Navarra, Cataluña y Ortega

Navarra, Cataluña y Ortega

La estética política de la estelada ha irrumpido en Navarra y ha encontrado un inmediato y cálido refugio en los socios del Cuatripartito. En estos últimos días previos al referéndum soberanista de Cataluña, se han sucedido las declaraciones y las concentraciones impulsadas por el Gobierno Foral para apoyar la consulta ilegal.

Los máximos representantes de nuestras instituciones, desde la presidenta del Gobierno de Navarra, Uxue Barcos, a la presidenta del Parlamento de Navarra, Ainhoa Aznárez, pasando por el alcalde de la capital, Joseba Asirón, todos ellos han coincidido en criticar la “estrategia” del Gobierno de España y en afirmar, por ejemplo, que Cataluña vive una situación de “excepcionalidad democrática”, ya que se impide que el “pueblo catalán pueda votar y ejercer el derecho a decidir”.

Esta es la cantinela del momento, “el pueblo catalán”. Los Geroa Bai, Podemos, EH-Bildu e I-E saludan con emoción al héroe nacido de la masa. Nada nuevo bajo el sol. Revestidos de su aura de progresismo y modernidad, en realidad nacionalistas y podemitas están repitiendo los esquemas clásicos de propaganda y anulación del individuo que piensa por sí solo. Ortega y Gasset ya había alertado sobre los peligros de la masa para la democracia en su célebre ensayo “La rebelión de las masas” (1930), escrito en plena efervescencia de los fascismos y los nacionalismos, del comunismo y el sindicalismo.

Según la visión orteguiana, el individuo estaba siendo absorbido por colectividades que pensaban y actuaban más por reflejos condicionados (pasiones, instintos, sentimientos) que por razones. Y estos colectivos tenían además un protagonismo indiscutible en la vida pública, ya que expresaban sus frustraciones con actos vandálicos, manifestaciones gregarias de estética grandilocuente y discursos articulados sobre las emociones. Tristemente, casi noventa años después de los postulados de Ortega, los nacionalismos y la izquierda anti-sistema han conseguido resucitar en España la figura del hombre-masa.

¿Puede repetirse el terrible escenario catalán en Navarra? Esa es la gran pregunta que muchos ciudadanos se formulan estos días en sus conversaciones cotidianas de paseo, caña o café. Desde luego, a tenor de la presente legislatura, algunos de los elementos presentes en el conflicto catalán están muy presentes en la vida pública de la Comunidad Foral.

En primer lugar, resulta muy inquietante que Navarra se haya convertido en la única comunidad autónoma en apoyar de modo oficial el referendo ilegal. La presidenta del Gobierno Foral, Uxue Barcos, la presidenta de todos los navarros, no se ha privado de dañarnos los oídos con mensajes de indudable carga crítica contra el Estado de derecho. Este censurable e irresponsable comportamiento, impropio de un representante público, constituye un claro ejemplo de cómo Geroa Bai y el resto de sus socios de gobierno, EH Bildu, Podemos e I-E, no dudan en utilizar los poderes públicos y las instituciones como plataforma para sus propios intereses ideológicos.

Además, para que una performance rupturista pueda cristalizar como en Cataluña, son claves para su contagio una presencia independentista activa en la calle, en los medios de comunicación y en las redes sociales. Propaganda pura y dura. En este sentido, mas allá de pintadas, carteles y periódicos amigos, muchas de las celebraciones populares subvencionadas con dinero público en Navarra tienen su dosis de Independentzia de forma clara, que puede ser desde la pancarta de una peña en Sanfermines, las txoznas, los conciertos de la Sociedad Alkoholika de turno o ese clásico revitalizado de la Korrika. Triste capítulo aparte merecerían iniciativas como los Ongietorris, las coloridas bienvenidas a los presos etarras que regresan al terruño, o el Tiro al fatxa estival.

Pero el elemento esencial es, sin lugar a dudas, la acción de gobierno, puesto que afecta a todos los ciudadanos navarros. Por ello, conviene tener muy presente toda la batería de iniciativas legislativas sobre materias tan relevantes y sensibles como son la educación, la lengua y los símbolos. En tan solo dos años, la Comunidad Foral se ha visto envuelta en el desarrollo e implantación de unas políticas de exclusión que entroncan con uno de los anhelos del nacionalismo vasco: la desconexión de la sociedad navarra del Estado.

En definitiva, si nos miramos en el espejo catalán, los navarros tenemos que ser conscientes de que un opresivo ecosistema independentista y una fractura social no llegan de un día para otro. Se trata de un proceso largo con varios años de paciente maduración. Articular, cuidar y reforzar unos diques de contención que amansen y domestiquen el pensamiento único nacionalista es tarea de todos nosotros, de cada uno de los ciudadanos navarros que, más allá de nuestras ideologías, queremos a nuestro país, España, y deseamos su progreso y desarrollo en Europa. De lo contrario, los navarros podemos correr la misma suerte que Cataluña y en unas pocas generaciones tal vez nos veamos sumidos en la distopía independentista llamada República de Euskalherría.

Elena Sola Zufía es licenciada en Filosofía y Letras y miembro de Sociedad Civil Navarra

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