El alfil del ajedrez político en Navarra

El alfil del ajedrez político en Navarra

Una de las piezas más singulares del juego del ajedrez es el alfil. No solo por su evocador y fascinante nombre en español, que procede del árabe al ‘el’ y fil ‘elefante’, sino también por los característicos movimientos en diagonal de los dos alfiles, uno blanco y otro negro, que cada jugador posee al inicio de la partida. Los dos alfiles pueden recorrer todo el tablero a través de las correspondientes casillas blancas o negras siempre que no queden bloqueados por otras piezas y entonces pierdan movilidad y capacidad de maniobra.

En el ajedrez político de Navarra, las estrategias del PSN y de María Chivite, reelegida por aplastante mayoría como secretaria general del partido, serán sin duda una de las claves en la evolución de los acontecimientos en los dos próximos años. Lejos queda aquel sentido, vibrante e inspirador discurso de María Chivite el pasado 30 de marzo en el Parlamento de Navarra, durante el debate previo a la derogación de la Ley de Símbolos: “El nacionalismo se sustenta en tres pilares fundamentales: lengua, bandera y territorio. Y estos pilares son los que está trabajando este Gobierno, fundamentalmente, los dos primeros, la lengua y la bandera (…). Para luego, si colocan en el imaginario colectivo que Navarra es igual que el País Vasco, dar los pasos en lo territorial”.

Tan solo han pasado cuatro meses, y el arriesgado movimiento impulsado desde Ferraz para acercarse a la izquierda populista y radical de Podemos y formar “una alternativa progresista” (Chivite dixit), choca con un obstáculo muy grave en la Comunidad Foral: el delicado juego de equilibrios de la política constitucionalista. El evidente y visible aval de Podemos a las políticas nacionalistas de Geroa Bai y Bildu supone un riesgo enorme y de imprevisibles consecuencias para el futuro de Navarra, ese cuarto territorio que tanto anhela el independentismo vasco. ¿Alternativa progresista? Reflexionemos sobre el adjetivo progresista y en cómo el neonacionalismo vasco-navarro ha conseguido su asociación e identificación con el término hasta la completa expulsión de sus adversarios políticos -UPN, PP, Ciudadanos- de las verdes praderas del progresismo. A través de los clásicos principios de la propaganda, Geroa Bai ha logrado difuminar el carácter conservador, católico y burgués del PNV, el partido del mundo empresarial vasco, para convertirlo en esa suerte de transmutación progresista, solidaria y bienintencionada que tanto aplauden con entusiasmo sus incondicionales como ironizan con acidez sus críticos por el sustrato ideológico y sociológico de base de Geroa Bai.

Uno de los pilares de la mencionada propaganda nacionalista es el de la repetición, aunque hay muchos más. Los consejeros, los portavoces y la propia presidenta Uxue Barcos repiten sin cesar – principio de reiteración- las palabras fetiche de la ortodoxia oficial (“la nueva mayoría progresista”, “las diferentes sensibilidades”, “el esfuerzo solidario”, etc.). Además, a través de algunos medios de comunicación afines, se ha conseguido que muchos ciudadanos vivan con la sensación de que todos los navarros, sobre todo si son euskaldunes, piensan lo mismo – principio de unicidad- y se han lanzado una serie de mensajes sencillos y facilones, para que cualquier persona, independientemente de su nivel educativo o edad -principio de divulgación-, pueda comprenderlos y, lo más importante, compartirlos y difundirlos (“el cambio ya está aquí”, “es un clamor de la ciudadanía”).

La descalificación exagerada y desfigurada de la oposición constitucionalista -corruptos, insolidarios, reaccionarios, insensibles,- enlaza con el principio de transposición o el traspaso de defectos propios a los adversarios políticos. Por último, otro principio clásico, el de la transfusión, sin duda merece otra reflexión, ya que entronca con la necesidad de que la propaganda se apoye en una creencia u odio particular como, por ejemplo, el mito del conflicto vasco con España.

En política todas las palabras tienen intenciones y buscan conmover –del latín conmovere (mover a alguien a hacer algo)-. En el caso que nos ocupa, la utilización, por parte del nacionalismo, de metáforas tan simples y tan básicas como el adjetivo progresista, parece haber conmovido al partido socialista navarro hasta el punto de orientar su estrategia y haberlas incorporado sin demasiados problemas a su imaginario. Después de todo, el poder del lenguaje tiene que ver más con la habilidad de quien habla que con su significado real. Y hay que reconocer que la presidenta Barcos maneja con oficio los resortes de la comunicación. Nadie como ella para transformar una realidad incómoda y áspera, con la oscura sombra alargada de Bildu en el Gobierno y la presencia ácrata y radical de Podemos, en una estética más amable y de fácil digestión hasta para la nueva dirección ejecutiva del PSN y sus afiliados.

Después de todas las agrias polémicas con el Gobierno y Geroa Bai por cuestiones como el ataque al PAI, la imposición del euskera, la derogación de la Ley de Símbolos y la ikurriña, la nueva narrativa manipuladora sobre ETA, los palos en las ruedas al TAV y al Canal de Navarra de la Ribera, muchos ciudadanos aguardamos expectantes los movimientos diagonales de final de partida de los alfiles socialistas en sus respectivas casillas blancas y negras. ¿Propiciarán estos alfiles el Jaque Mate del nacionalismo vasco en Navarra en el 2019? Todavía queda mucha partida, pero el reloj ya está en marcha.

Elena Sola Zufía, es licenciada en Filosofía y Letras y miembro de Sociedad Civil Navarra

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