Parece que el diálogo y la escucha, dos de las palabras favoritas del Gobierno, no son el punto fuerte de la consejera de Interior María José Beaumont. El conflicto desatado en dos servicios esenciales para el ciudadano, los Bomberos y la Policía Foral, ambos dirigidos por el departamento de Interior, tiene una dimensión preocupante. A nadie se le escapa que la dimisión masiva de mandos policiales al final del verano y la ocurrida en primavera con la cúpula de los bomberos, responde a una crisis de gestión cuya responsabilidad recae, en primer lugar, sobre la consejera Beaumont y, en última instancia, sobre la presidenta del Gobierno, Uxue Barkos.
¿Alguien puede explicar cómo se puede pedir a un mando policial que asuma un nivel de responsabilidad con una bajada salarial diseñada para subir los sueldos de otros compañeros? ¿Por qué debe aceptar entonces ese nivel de responsabilidad? ¿Por altruismo y generosidad?
El tremendo incendio desatado a finales de agosto entre Pueyo y Tafalla se ha visto salpicado por las denuncias de descoordinación en el dispositivo. La excelente labor de los bomberos y de los militares, con la inestimable ayuda de los voluntarios de los pueblos de la Zona Media, consiguió atajar el fuego, pero quedan muchas dudas razonables sobre si se tomaron las medidas iniciales con los tiempos y la celeridad requerida.
Parece fuera de toda duda que las expectativas que muchos tenían por la llegada de los nuevos gestores a la Administración Pública no se están cumpliendo, ni mucho menos. Claro que nadie es infalible. Ni siquiera la presidenta Barkos. Bienvenida a la áspera y cruda realidad de los mortales. Encontrar el equilibrio entre la escasez de recursos presupuestarios, las necesidades departamentales y los objetivos políticos nunca ha sido tarea fácil. Claro que eso ya lo sabía cuando estaba en la Arcadia Feliz de la oposición, ¿verdad?