Amayur e Iñigo de Loyola, las pequeñas ironías de la historia

Amayur e Iñigo de Loyola, las pequeñas ironías de la historia

La historia está llena de episodios incómodos si se miran con la perspectiva actual y se examinan además de modo aislado. Así, no deja de ser una ironía que un guipuzcoano tan célebre como Iñigo de Loyola, el futuro san Ignacio, cayera herido en Pamplona en 1521 cuando defendía la ciudad, con las tropas castellanas, del ejército franconavarro del rey Enrique de Albret, empeñado en recuperarla.

Seguro que nuestro alcalde Asirón, hombre de historia, y nuestra concejala Maider Beloki, mujer de cultura, habrán hecho alguna reflexión parecida cuando hayan contemplado los restos del castillo de Amayur en la muestra del Palacio del Condestable promovida por el Ayuntamiento de Pamplona. Porque el castillo de Amayur es el protagonista de una exposición a través de la cual, según sus promotores, los ciudadanos vamos a tener la oportunidad de conocer la historia, el significado y el resultado de las excavaciones que la Sociedad de Ciencias Aranzadi de San Sebastián ha llevado a cabo en el emplazamiento de la fortaleza y que han sacado vestigios del primitivo castillo medieval -documentado ya a finales del siglo XII y del pequeño fuerte renacentista del siglo XVII, cuyos planos se conservan en el Archivo de Simancas (Valladolid).

“El último castillo, Amaiur azken gaztelua” es el título de la exposición y hace referencia a lo expresado en algunas de sus cartas por el puñado de navarros sitiados en el castillo en 1522. Mis modestos conocimientos de historia me llevan a aventurar que tal vez el castillo de Marcilla debería tener esa atribución de “último castillo”, ya que se salvó de la orden de demolición dada por el cardenal Cisneros, regente del reino, y se mantuvo intacto hasta finales del siglo XX. Pero lo verdaderamente importante es el traje dramático, rozando el folletín histórico-romántico que, desde siempre, ha vestido el asedio del castillo de Maya. ¿Por qué? A finales del siglo XIX, la historiografía nacionalista vasca se aprovecha de la inercia impulsada por la generación de navarros como Juan de Iturralde y Suit y Arturo Campión, quienes construyeron todo un agravio histórico alrededor de la conquista de Navarra para reforzar su reivindicación de los fueros frente el centralismo de los liberales monárquicos. Ni Iturralde y Suit ni Campión tuvieron propósitos secesionistas, pero proporcionaron al nacionalismo vasco los elementos para crear el mito de la Navarra conquistada y oprimida por la fuerza de la España opresora. El problema radica en que la documentación de la época revela muchas veces episodios incómodos. La conquista de Navarra tiene unas aristas demasiado afiladas por la presencia demostrada de guipuzcoanos y de alaveses con las tropas castellanas, por otro lado algo normal y explicable si se estudia como un hecho contextualizado en el siglo XVI. Consciente de ello, el nacionalismo vasco ha buscado, con el paso de los años, suavizar esas aristas con técnicas como el aislamiento del hecho histórico y el contraejemplo. El marketing o la manipulación de la historia en estado puro.

De este modo, si se reduce la incorporación del reino de Navarra a España exclusivamente al momento de la anexión -que fue un hecho decisivo pero no explica por sí solo la pérdida de la independencia de Navarra- se acentúa el dramatismo del hecho histórico y se le priva de rigor y perspectiva, ya que se obvian aspectos esenciales como el tamaño del reino de Navarra respecto al resto de monarquías peninsulares y el carácter feudal de sus dinastías (Teobaldos, Evreux, Albret, Foix), todas ellas feudatarias de los reyes de Francia, y claramente aisladas y desfasadas en el contexto de las monarquías absolutas europeas. Así, se toma el episodio histórico de Amayur, se le dota de una fuerte carga emocional y épica con una historia dramática de 200 aguerridos caballeros navarros, resistiendo valerosamente en un poderoso castillo el asedio de las malvadas y pérfidas tropas castellanas del virrey de Navarra, el conde de Miranda, y el éxito de la película de buenos y malos está asegurado.

¿Seremos capaces de mirar algún día a Iñigo de Loyola y a los 200 navarros de Amayur con perspectiva y rigor histórico, sin dejar que los intereses políticos de la actualidad manipulen y descontextualicen hechos y personajes para adaptarlos a sus propios intereses ideológicos?

 

Elena Sola Zufía

Licenciada en Filosofía y Letras y miembro de Sociedad Civil Navarra

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