Uno de los axiomas de la vida y la política es que no se puede contentar a todo el mundo. Una derivación de este axioma es que, se haga lo que se haga, habrá alguien a quien le siente mal.
La política lingüística del Gobierno cuatripartito, de la que el Consejo del Euskara-Euskarabidea es parte fundamental, ha sido causa de honda polémica en lo que llevamos de legislatura. Esto se debe a que afecta a cosas tan sensibles como la educación (en su vertiente formativa y laboral) y el acceso al empleo público, entre otras. En esto del euskara se podría decir, parodiando a Churchill, que “nunca tan pocos cabrearon a tantos… y por tanto”.
En este contexto, el Consejo del Euskara publicó recientemente una nota que merece ser comentada, tanto por el contenido como por el tono con que está redactada. Citaré entrecomillados algunos de los aspectos más relevantes.
El Consejo comienza expresando su “preocupación por el hecho de que, en estos últimos tiempos, determinados partidos y otros agentes se están valiendo del euskera para alimentar un conflicto social”. Acusan a dichas entidades de pretender que “cualquier noticia relacionada con el euskera sea fuente de conflicto. Todo es un problema: las escuelas infantiles, el modelo D, la inmersión lingüística, la OPE…”
Como hemos dicho al principio, todo es un problema para alguien, y más en política. Todavía recuerdo la zaragata que se organizó en Pamplona cuando hubo que elegir entre adoquín y loseta. ¿Podía el Consejo del Euskara esperar que quienes se ven afectados o menoscabados por la política lingüística del Gobierno iban a quedarse callados? ¿Se quedaron callados los que se sentían menoscabados por las políticas de anteriores gobiernos? No: cuando les convino protestar protestaron. Es sectario e injusto acusar de “alimentar un conflicto” a quien ejerce pacíficamente su derecho a discrepar. Además, el Consejo peca de irresponsabilidad al señalar con el dedo a quienes critican públicamente de sus planteamientos. Señalar está muy feo, y es conducta no exenta de peligro para el señalado.
El Consejo del Euskara, en su momento, invitó a la sociedad navarra a participar en el proceso de elaboración del Plan Estratégico del Euskara. Así se hizo. Hubo quien acudió a alguna de las reuniones celebradas y tuvo que largarse a los diez minutos porque dicha reunión se celebró en euskera. ¿Decidió alguien, al ver el panorama, dejar de participar? Si hubiera pedido, en el mismo momento, que se hablara en castellano para poder enterarse de qué iba la cosa ¿le hubieran acusado de alimentar el conflicto?
El Consejo se explaya en los siguientes párrafos, pergeñando una falacia sonrojante. Es natural que, para el Consejo, el euskera se asocie a todo lo bueno que hay en la vida: riqueza, pluralidad, libertad, madurez y respeto. Ello no quita para que, siendo escrupulosamente respetuosos con el euskera, muchos no estemos de acuerdo con la articulación política que se propone en forma de Plan Estratégico. Son realidades distintas el idioma y sus hablantes (merecedores de todo el respeto), y la planificación y normativa que lo articula (criticable, como es cualquier acción política en cualquier democracia). El Consejo del Euskera nos presenta un trágala inasumible cuando intenta colar como ataque al idioma lo que es crítica (insisto, legítima) a la política lingüística.
La cosa se agrava cuando el Consejo afirma que “En nombre de la convivencia, es responsabilidad de toda la ciudadanía navarra promover la riqueza y la pluralidad”. Dicho de otra forma: puesto que el euskera es riqueza y pluralidad, toda la ciudadanía tiene la responsabilidad de promoverlo (en los términos que al Consejo le parecen oportunos, por supuesto), yendo quien no lo haga en contra de la convivencia. De nuevo un sofisma santurronamente presentado como apuesta por la convivencia.
No quiero acabar estas breves notas sin coincidir, al menos una vez, con el Consejo del Euskera en su alegato. Dice que “Es el futuro, basado en el respeto mutuo, lo que está en juego”. No puedo estar más de acuerdo. No acepto un futuro en el que el debate político estuviera construido a base de sofismas como los que trufan el documento en cuestión.
Alfredo Arizmendi Ubanell
es médico y miembro de Sociedad Civil Navarra