Después de los abrazos, las palmadas en la espalda, las sonrisas y los aurreskus, llega para cada uno de los homenajeados ex etarras el diálogo solitario con su conciencia y la reflexión sobre una juventud malgastada y oscura que solo ha aportado muerte, dolor y desgracia a otras personas.
El Ongi Etorri dura un par de horas, pero las madrugadas de conciencia son muy largas.
(…) “Días más tarde, durante un partido de fútbol televisado entre la Real y el Athletic, se fijó, no en el balón, no en los lances del juego, sino en la gente que abarrotaba las gradas del partido de Anoeta, vascos como él con ikurriñas, con pancartas, algunas con la petición de que se acercara a los presos a cárceles de Euskal Herria, y los veía saltar y cantar y festejar. Y vio asimismo unas imágenes del telediario que acompañaban a la noticia de las altas temperaturas en el norte de la península, y salía la playa de La Concha llena de gentes en bañador, vascos relajados, vascos quizá felices, que paseaban por la orilla, nadaban y se soleaban, parejas de enamorados tendidos en toallas, chavales en piragua, niños que cavaban en la arena con una pala de plástico. Y de buenas a primeras se le puso un sabor amargo en la boca, y aun más allá de la boca, en centro mismo de sus convicciones y pensamientos”.
(…) “De pronto, contra su voluntad, empezó a llover con bastante fuerza. ¿Dónde? En el recuerdo. Se estaba hundiendo poco a poco. El duro, el primero en empezar las huelgas de hambre y el último en acabarlas, el que tomaba la palabra en las asambleas para despreciar a los presos que se tragaban el anzuelo de la reinserción. Pero un hombre puede ser un barco. Un hombre puede ser un barco con el casco de acero. Luego pasan los años y se forman grietas. Por ellas entra el agua de la nostalgia, contaminada de soledad, y el agua de la conciencia de haberse equivocado y la de no poder poner remedio al error, y esa agua que corroe tanto, la del arrepentimiento que se siente y no se dice por miedo, por vergüenza, por no quedar mal con los compañeros. Y así el hombre, ya barco agrietado, se irá a pique en cualquier momento”.
Patria
Fernando Aramburu. Editorial Tusquets.