El alcalde Joseba Asiron hace su balance de los Sanfermines, pero también los ciudadanos queremos hacer nuestra propia valoración de la fiesta. En este caso, crítica. Me voy a fijar en un momento concreto, cuando la Corporación municipal acompaña al cabildo hasta la catedral una vez finalizada la procesión y misa en honor a San Fermín. Es 7 de julio, y muchos pamploneses lo viven como “el momentico”. A la llegada de las cruces, del Arzobispo y del Ayuntamiento, la campana María y otras, repican en una invitación al baile de los gigantes en el atrio, sin que falte la música de gaiteros y txistularis. Pero desde hace ya muchos años grupos “abertzales” se citan en todo el recorrido de la calle Curia, con premeditación y alevosía, para insultar gravemente a concejales de UPN, PSOE, PP o a cualquiera que no piense como ellos. Empujan, escupen, amenazan; para ellos también es “su momentico”. Los policías municipales deber hacer esfuerzos ímprobos para defender a los concejales y desde dentro se vive con impotencia, pues se sabe que no va a haber una acusación popular que denuncie a esos agresores, que el ayuntamiento no se personará como causa en el proceso y que no habrá ni un mal gesto hacia estos, mayoritariamente jóvenes, por parte de los otros partidos afines a ellos.
No hace falta decir que la procesión es un acto religioso, pero cada uno lo puede vivir a su manera: experiencia cultural, civil o como una curiosidad, pero siempre desde el respeto. Este año en el que tanto se ha insistido en el “No a las agresiones sexistas” y el ayuntamiento ha hecho bandera de esta reivindicación, debería reflexionarse sobre por qué se dice no a unas agresiones y se consienten otras. Ya vale señor Asiron de estrechar la mano a los agresores e insultadores profesionales. No se puede alentar comportamientos de odio, ese que lleva décadas impregnando cada una de las parcelas de nuestra sociedad. Lo más triste es que hechos como este parecen no interesar, no hay apenas imágenes. Quizás sea porque preferimos creer que, como ETA no mata, hechos como estos son banalidades perfectamente asumibles y Pamplona es una Arcadia feliz.
Maite Mur Dallo
Artículo publicado en Diario de Navarra