Dos grandes naciones que defienden la tauromaquia

Dos grandes naciones que defienden la tauromaquia

Nadie pretende que todos los españoles amen la tauromaquia ni que todos los franceses la defiendan. Cualquier demócrata español o francés tendría que estar en contra de que se prohíban los espectáculos taurinos como proponen antitaurinos, animalistas y populistas, a menudo, con violencia.

La tauromaquia constituye la reencarnación de esa obsesión fundamental de las civilizaciones mediterráneas, el enfrentamiento del hombre con un animal temible, plasmada en un mito también fundamental: el de la lucha entre Teseo y el Minotauro en sus vertientes apolínea -la victoria de la inteligencia sobre la bestialidad- y dionisíaca -la complicidad para crear belleza con un animal indómito e imprevisible-.

Tiene que llamar a la reflexión que dos grandes países de la Unión Europea, España y Francia, democráticos y solidarios, con unas economías desarrolladas, permitan espectáculos donde los hombres y los animales juegan con la vida y con la muerte, acompañados de la emoción y del arte. Por ello, no se entiende que en ambos países la tauromaquia esté cuestionada, aunque sea perfectamente legal. En Francia está permitida “allí donde exista una tradición ininterrumpida” (1951), que coincide con el tercio sur del país, cuyo carácter legal fue confirmado por una decisión del Consejo Constitucional (2012). En España es legal en todo el territorio nacional, incluida Cataluña. Además, está aprobada la ley 18/2013 en la que se regula la tauromaquia como Patrimonio Cultural español.

La práctica de la tauromaquia disfrutó de una gran expansión a partir de los años 70 del pasado siglo, hasta alcanzar su clímax en 2007. En ese año se celebraron en España 3.637 festejos de lidia en el ruedo, cifra jamás antes alcanzada. La crisis económica ha supuesto un gran varapalo aunque ahora se esté produciendo un repunte. En 2017 se celebraron en España 1.553 festejos de lidia y 18.357 espectáculos populares, cerca de 20.000 en total. ¿Alguien puede creer que esta realidad taurina se puede borrar de un plumazo en España? ¿Qué pasaría con los 1.700 festejos taurinos que se celebran cada año en Francia?

¿Qué hacer para que la gente no abandone los tendidos o para que los jóvenes vayan a los toros? No puede ser consuelo que otras muchas actividades estén soportando la presión social en su contra como la caza, la pesca, el circo… e, incluso, un aspecto tan aberrante como el ataque a la producción animal, que es la responsable de la existencia de alimentos de origen animal tan necesarios para la alimentación y la salud humanas.

Tenemos que convencernos de que la emoción es consustancial a la fiesta de los toros. En los toros “el arte sin emoción no es arte”. Por la puerta de toriles tiene que salir un animal íntegro, con trapío, bravo y con fuerza, que después de pasar por una suerte de varas bien realizada, quede un toro con una nobleza encastada que permita realizar al torero una faena de muleta artística y con emoción.

La emoción es la que también mantiene vivos los festejos populares de encierros y capeas por calles y plazas, y ha hecho que cada vez tengan más aceptación. El riesgo, la autenticidad y la belleza es lo que ha hecho crecer la tauromaquia popular en ambos países.

También es necesario dar protagonismo a los aficionados que luchan por la defensa de la fiesta. En este campo, la tauromaquia francesa l999e ha sacado ventaja a la española, pues desde hace dos o tres décadas los aficionados franceses han tomado un fuerte protagonismo en la organización y supervisión de los festejos por petición de los propios ayuntamientos de las ciudades taurinas. La colaboración estrecha entre las dos aficiones es una obligación para el éxito de la tauromaquia.

Es el momento de considerar el gran valor cultural de la tauromaquia pues se ha hecho presente en todas las artes. Son muy numerosos los artistas que han escrito sobre cualquier aspecto de la tauromaquia (Hemingway, Cocteau, Leiris, Gª Lorca, Bergamín, G. Diego, Cela, Vargas Llosa…) y han plasmado en lienzos escenas relacionadas con la misma (Goya, Manet, Fortuny, Zuloaga, Picasso, Botero, Barceló…), sin olvidar la escultura (Benlliure, Gargallo, Venancio Blanco, Lozano…), la música, la arquitectura, el cine, la moda…

El gran reto de la cultura taurina sería el conseguir que la UNESCO declarara a la tauromaquia Patrimonio Cultural Inmaterial de la humanidad, por lo que la unión de España y Francia en la defensa de la fiesta es fundamental. Existen dos organismos en estos países, la Fundación del Toro de Lidia y el Observatoire National des Cultures Taurines, que deben trabajar conjuntamente en la consecución de este objetivo.

Antonio Purroy Catedrático de Producción Animal

François Zumbiehl Docteur en Anthropologie Culturelle

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