El agua es riqueza

El agua es riqueza

Quizá resulte una obviedad recordar que allí donde hay agua hay riqueza. Según en qué zonas del planeta la presencia de agua no va acompañada de un gran desarrollo industrial al uso occidental, pero sí asegura que la población no pase hambre de acuerdo con sus usos y costumbres, que no es poco en un planeta en el que mueren de hambre diariamente unas 40.000 personas, la mayoría niños.

También puede resultar otra obviedad recordar a estas alturas el gran interés para nuestra Comunidad Foral, del proyecto estratégico Itoiz–Canal de Navarra en su 2a fase, una vez completada la 1a para la zona Media y Tierra Estella.

Con la llegada del gobierno cuatripartito a Navarra se frena el proyecto, se dice que tiene que ser más realista y se encarga un estudio para analizar la viabilidad del mismo. Mala cosa. Cuando no se quiere que salga un proyecto se crea una comisión y se le encarga un nuevo estudio. Es sobradamente conocido que alguno de los miembros del cuatripartito se opusieron con fuerza al proyecto Itoiz-Canal de Navarra.

Hagamos un poco de historia. España tiene una gran tradición en embalses y canales desde la época de los romanos y, después, con los árabes que eran unos grandes especialistas en el buen trato del agua. La climatología y la orografía españolas no ayudan al uso del agua natural y, para su mejor aprovechamiento, hay que recurrir a embalsarla y después distribuirla. Este fenómeno se va acentuar con el anunciado cambio climático que amenaza con desertizar grandes zonas del sur español, marea que irá subiendo hacia el norte.

El verdadero impulso a los regadíos españoles se dio en la época del regeneracionismo, a finales del siglo XIX, cuando el político aragonés J. Costa propugnó el plan general de canales que fue la base ideológica del primer Plan Nacional de Obras Hidráulicas redactado en 1902. Dicho Plan asignó al Estado la construcción y financiación de obras hidráulicas en materia de regadíos.

La política hidráulica tuvo un gran desarrollo durante la dictadura de Primo de Rivera creándose las actuales Confederaciones Hidrográficas para la organización y planificación de la gestión del agua de las diferentes cuencas. Las ideas de Costa encontraron en el ingeniero Lorenzo Pardo el brazo ejecutor en la Confederación Hidrográfica del Ebro, como director técnico de la misma, con obras que han llegado hasta nuestros días.

La época franquista también fue activa en este campo. Baste como ejemplo el Plan Badajoz al amparo del río Guadiana, que en los años 50 y 60 llegó a crear del orden de 100.000 Ha. de regadío y recolocó a unas 5.000 familias en 40 poblados en las nuevas zonas regadas. Con la llegada de la democracia y de las autonomías bajó el ritmo de estas obras por ajustes presupuestarios, de manera que el desarrollo ordenado actual de los regadíos resulta de la colaboración entre el Estado y las CC. AA.

Todo ello ha posibilitado que en España existan en la actualidad unos 3,8 millones de hectáreas de regadío, que le sitúa a la cabeza en este tipo de infraestructuras. Se puede afirmar que el regadío ha sido el responsable de la gran transformación de la agricultura española del siglo XX. Mientras tanto, aquí seguimos discutiendo si tienen que ser 9.500 Ha en lugar de las 21.522 proyectadas o, como mucho, 15.300 Ha –última propuesta- las que se rieguen con la 2a fase del Canal, desde Pitillas hasta Ablitas.

Pensando en el futuro hay que apostar por la cifra más alta, pues se acaba acertando. La sociedad hizo un gran esfuerzo en la construcción del embalse Itoiz, se ha realizado más de 3/4 de la inversión del Canal (con una inversión total prevista de 752 millones de euros) y la Ribera está pidiendo a gritos agua en cantidad y calidad, no solo para para la agricultura, también para boca y uso industrial. Si la Ribera es rica, Navarra será rica y podrá ser solidaria con los navarros que lo necesiten, sean riberos o no. El regadío contribuye a la creación de empleo y a la fijación de población en el medio rural.

Por término medio, una hectárea de regadío produce seis veces más que una de secano y genera una renta cuatro veces superior, con un empleo de mano de obra cuatro veces mayor. Permite además articular un importante complejo agroalimentario a su alrededor.

Se dice que las industrias agroalimentarias riberas se están viendo obligadas a comprar fuera hasta el 40% de la materia prima utilizada, algunas están pensando en irse y otras no acaban de ver claro su instalación futura. En suma, los regadíos actuales bien gestionados son sostenibles medioambientalmente, competitivos y sociales. Vertebran el territorio, ordenan las producciones y los mercados agrarios y, sobre todo, mejoran el nivel de vida de los agricultores.

Si el actual gobierno de Navarra –¿con la complicidad del español?- no se siente capaz de afrontar la 2a y última fase del Canal, tendrá que hacerse a un lado para dejar pasar a uno nuevo que tenga el convencimiento y la determinación para ejecutar la obra, que sea capaz de volar alto para vislumbrar el futuro a varias generaciones vista. Habrá que esperar a que hablen las urnas.

 

Antonio Purroy Unanua

es catedrático de Producción Agraria de la UPNA y miembro de Sociedad Civil Navarra

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