Si 2018 fue el Año del Perro en el calendario chino, sin duda para los pamploneses quedará señalado en su calendario mental como el Año de la Bicicleta. El controvertido carril bici de Pío XII será, por derecho propio, la impronta más visible del paso del Ayuntamiento cuatripartito en el paisaje urbano de la ciudad. El llamado Plan de Amabilización del centro de Pamplona, destinado a priorizar a los peatones y a los ciclistas a través de la creación de nuevas calles peatonales, la ampliación de algunas aceras y el mencionado carril bici, ha sido el proyecto urbanístico estrella de la legislatura.
La extraordinaria campaña de marketing impulsada desde el Ayuntamiento para vender el proyecto de Pío XII, además de pasar de puntillas por el elevado coste económico del mismo, ha tenido también la habilidad suficiente para disimular y quitar el foco de un aspecto clave para cambiar el modo de transporte en la Pamplona del siglo XXI: si la Administración municipal restringe la movilidad personal motorizada, el coche, entonces tiene que ofrecer soluciones de transporte colectivo y no solo vehículos alternativos de movilidad individual como son la bici y el patinete.
Los argumentos que sostienen esta afirmación son contundentes en el caso de Pamplona. De entrada, invitan a pensar que los plácidos paseos en bicicleta del concejal Armando Cuenca no han alcanzado todavía los polígonos industriales de la Comarca de Pamplona, en su mayoría dedicados a esa industria que tanto bienestar aporta a nuestra Comunidad, el sector de la automoción, que da empleo a casi 16.000 personas.
Las bicis y los patinetes no son una solución, en la práctica, para los miles de trabajadores de los polígonos de la periferia de Pamplona (Agustinos, Landaben, Talluntxe, Arazuri-Orcoyen, etc.), donde la carencia de un transporte público eficiente obliga a que las empresas más grandes (Volkswagen, Kayaba) asuman el coste y la gestión de los autobuses. Capítulo aparte son las graves deficiencias en la iluminación y en la pavimentación de los viales que transitan dichos polígonos. Ninguna Administración pública toma cartas en el asunto y son las personas que circulan diariamente por estos polígonos de la Comarca de Pamplona, en muchas ocasiones en horarios intempestivos, quienes acusan estos problemas.
Tampoco parece que bicicletas y patinetes cubran las necesidades de aquellos ciudadanos que necesitan recorrer la ciudad en un tiempo razonable (por ejemplo, llevar a los niños al colegio cada día o trasladar a un enfermo crónico a la zona de hospitales para su tratamiento diario) o que, sencillamente, necesitan salir de Pamplona en coche porque su actividad laboral se desarrolla en localidades cercanas como Vitoria, Logroño o San Sebastián y no existe una adecuada red de trenes de cercanías que cubra dicha necesidad (por cierto, ¿para cuándo el TAV?).
No nos podemos olvidar de un colectivo especialmente necesitado de unas soluciones de transporte accesibles: los pamploneses con problemas de movilidad motora o sensorial. La propia ubicación geográfica de la ciudad, en lo alto de una meseta, con una importante presencia de barrios periféricos y de municipios aledaños, supone una evidente dificultad añadida para el desplazamiento hasta el centro de la ciudad, con su vertiente de aislamiento y hasta de discriminación respecto a los barrios del centro.
Otro aspecto importante que penaliza la utilización de bicicletas y patinetes de modo diario y continuado es, sin duda, la edad. Pamplona no es una excepción en el patrón de envejecimiento paulatino de la población. Si atendemos a la estructura de edad del municipio de Pamplona, y de acuerdo con el censo de 2017, sobre una población de 197.000 habitantes, aproximadamente 66.000 pamploneses superaban ya los 55 años.
En definitiva, las bicis y los patinetes han venido para quedarse y bienvenidas sean para reducir la contaminación y mejorar la relación del ciudadano con su entorno urbano, pero no son la respuesta para los desplazamientos colectivos de los pamploneses. Gracias a nuestros impuestos, los políticos y las Administraciones públicas (Ayuntamiento, Mancomunidad de Pamplona, y el propio Gobierno de Navarra) deben trabajar de modo coordinado y eficaz para ofrecer soluciones de transporte eficaces, baratas y accesibles que ayuden a mejorar la vida diaria de las personas. A la vista de lo aquí expuesto, ¿la llamada legislatura del cambio ha trabajado en esta dirección respecto a la movilidad urbana en Pamplona?
Elena Sola Zufía Licenciada en Filosofía y Letras y miembro de Sociedad Civil Navarra.