El lenguaje y la manipulación nacionalista

El lenguaje y la manipulación nacionalista

La obsesión ideológica del mundo nacionalista por el lenguaje no es nueva, aunque se ha intensificado en los últimos tiempos en Navarra. Las palabras se manosean, se retuercen y se vacían. Todo con una finalidad muy concreta: dulcificar una realidad incómoda y áspera para crear un escenario verosímil y mucho más amable para el ciudadano. Sin darnos cuenta, la pegajosa arquitectura lingüística abertzale nos envuelve en su tela de araña a través del ágora virtual de nuestro tiempo, las redes sociales y los medios de comunicación. Estos mensajes calan como la lluvia fina y acaban empapando el lenguaje de nuestras conversaciones cotidianas y, lo que es mucho más importante, crean nuevos estados de opinión y de conciencia.

Así, tenemos eufemismos como víctimas de la violencia por asesinados, metáforas como “conflicto” para referirse a la macabra violencia de ETA durante décadas, e hipérboles como “gestión integral de la memoria” o “posicionamientos más inclusivos o integradores”. Pero lo extraordinario es que ahora algunos nuevos políticos no abertzales muestran esta misma inclinación con declaraciones asombrosas como la de “sin Arnaldo Otegi no habría paz”, frase para la posteridad pronunciada en Pamplona por Pablo Iglesias, el enfant terrible de la política española.

El esquema es muy simple. En realidad, bastan dos ejes para producir un discurso irrelevante desde el punto de vista semántico pero muy efectista por su estética sonora pomposa. Si confeccionamos una plantilla de discurso a dos columnas, sólo hace falta colocar en la primera una serie de sustantivos genéricos del tipo de “violencia”, “sensibilidad”, “relato”, “memoria” y, después, en la segunda, otra lista de adjetivos poco concretos como “plural”, “diverso”, “integrador”, “táctico”, “doloroso”. Se fabrican así construcciones grandilocuentes que justifican acciones -e inacciones- imposibles de sostener con argumentos, como la frase que dedicó la presidenta del Gobierno de Navarra, Uxue Barcos, al bochornoso espectáculo montado por Bildu en el Parlamento de Navarra: “un incidente doloroso para todos”. Y a otra cosa, mariposa.

Claro que no necesitan inventar la rueda, está ya todo inventado. El bombardeo lingüístico nacionalista en las redes sociales y en los medios de comunicación se corresponde con un viejo principio de la propaganda: el principio del pensamiento único y de la reiteración. En primer lugar, la información que recibimos los ciudadanos navarros resulta ser normal porque es aquello que “todos” pensamos, sin excepciones. Un ejemplo muy claro es otra célebre frase de Uxue Barkos: “es un clamor de la ciudadanía”.

En segundo lugar, se produce un bombardeo de mensajes de forma continuada y desde perspectivas supuestamente diferentes (Koldo Martínez o Adolfo Araiz), pero sin ninguna fisura argumental o cambio de discurso apreciable. Tan sólo matices ambiguos que ni un microscopio sería capaz de analizar. Las hemerotecas están llenas de declaraciones de los representantes de ambas formaciones con palabras comunes sobre la cuestión del terrorismo etarra: “pluralidad de relatos”, “víctimas del conflicto”, “dolor compartido”, etc. y además ahora estamos asistiendo a la rápida fabricación de una biografía amable de Arnaldo Otegui, el nuevo beato de la escena política nacionalista. Su bochornoso paseo por el Parlamento Europeo es un episodio que abofetea la sensatez y la inteligencia.

En definitiva, estamos presenciando un ejercicio clásico de propaganda política con palabras cuidadosamente elegidas y que se repiten una y otra vez en dosis continuas pero calculadas y estudiadas para ser emocionalmente aceptadas por todos los ciudadanos. Palabras huecas que tienen una ambigüedad medida para que las incorporemos a nuestro vocabulario y a nuestra realidad diaria sin mayor reflexión o cuestionamiento. Una vez conseguida la aceptación, ese nuevo estado de opinión y de conciencia está asegurado con la metamorfosis de hechos y realidades. Todo vestido con el manto secesionista del nacionalismo y el abrigo irreverente de la nueva izquierda.

Ojalá que estas líneas sirvan para que la sociedad navarra reflexione sobre los peligros de aceptar e interiorizar esta retórica glamurosa y este mantra de expresiones vacías que amenaza con distorsionar unas realidades tan cercanas como dolorosas.

 

Elena Sola Zufía

Licenciada en Filosofía y Letras y miembro de Sociedad Civil Navarra

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