El jueves 14 de Abril, Diario de Navarra publicó una entrevista al escritor Bernardo Atxaga. El motivo fue su conferencia “Euskal Hiria, La ciudad vasca”, pronunciada en las Jornadas de Paz y Convivencia el día anterior. No asistí a dicha conferencia, y no dispongo de transcripción. Por este motivo me limitaré a algunas reflexiones al hilo de lo publicado.
Antes de nada haré una puntualización. No considero que en la cuestión vasca haya aportación del todo estéril. Todo testimonio, ensayo de explicación o intento de resolución es digno de aprecio. Esto no supone que todos tengan el mismo valor. No excluyo ni siquiera las aportaciones que parecen erradas. Estas, al menos, pueden servir para hacernos pensar. En este contexto interpreto las palabras de Atxaga, de cuya buena intención no dudo ni por un momento.
He de reconocer que la entradilla de la entrevista me resultó atractiva: “Seamos exactos al hablar; así, entendernos será posible”. Es un principio que suscribo, y una loable manera de sentar las bases de una convivencia justa y leal. Lo que lamento es que, sistemáticamente, Atxaga se salte tan saludable precepto. En vez de buscar la exactitud que receta, expone una panoplia de vaguedades y sugerencias. Aunque difusas, las propuestas suenan interesantes. Más de uno las abrazará aunque no esté muy claro en qué consisten. Y poco claro debe de estar, porque Atxaga lleva lustros explicándose sin que su idea acabe de cuajar. Evidentemente está preocupado por la concordia y la convivencia, lo cual le honra. Aun así, su discurso resulte un tanto escamoteador. Un trampantojo, si se me permite el símil pictórico. Intentaré explicar por qué.
Atxaga busca, desde hace años, sustituir la secular Euskal Herria por una utópica “Euskal Hiria”. Parece querer invitarnos a postergar el ideal, nunca plenamente alcanzado, de Pueblo Vasco claramente inserto en unas fronteras definidas y propias. Nos propone a cambio habitar una Ciudad Vasca carente de límite geográfico preciso. Una ciudad-centro, sin pretensión territorial expresa.
Afirma Atxaga, exageradamente, que el término Euskal Herria “se pierde en la noche de los tiempos”. Sin llegar a semejantes extremos, no se puede negar que Euskal Herria, como referencia, ha gozado de un éxito notable. ¿Por qué habría de ser reemplazado por un neologismo de contenido impreciso?.
Creo que Atxaga ha intuido que para una parte de la ciudadanía, Euskal Herria arrastra una carga de connotaciones negativas difícil de depurar; unas connotaciones que dificultan la convivencia. Una concreta concepción de Euskal Herria ha sido pretexto para actos y conductas execrables. Comprendo que Atxaga quiera desembarazarse del viejo sistema para construir uno más funcional y amable de cara a los escépticos y los neófitos; un ámbito de convivencia más habitable. Quizá no fuera mala idea. Pero como él mismo reconoce “hay que escuchar a todos los actores”.
Hace unas semanas el lehendakari Urkullu se expresó en los siguientes términos: “planteo la necesidad de avanzar en un proceso de convicción (…). Es necesario que en Navarra haya también un proceso de cohesión interna«.
A mí la cohesión y la convicción, invocadas de esta forma, me suenan a “pueden ustedes elegir su camino con total libertad, siempre que coincida con el que yo quiero que sigan”. Creo que también en este caso Urkullu pretende “cohesionarnos” alrededor de la idea que a él le conviene. Esa idea, me temo, no es la mística Ciudad Vasca de la que nos habla Bernardo Atxaga.
Atxaga propone y la realidad dispone. Las instituciones de la Comunidad Autónoma Vasca y los actuales gobernantes en Navarra no parecen comulgar con esa idea de Ciudad amable, carente de fronteras y de aristas. Antes bien parecen determinados a seguir la construcción política de Euskal Herria. Las declaraciones de Urkullu, dando por inaugurada la era de la convicción de los navarros, apuntan más en esta dirección. En lo que a Navarra respecta, la sensación es de incipiente protectorado. Mi temor es que, sedados por visiones idílicas y discursos almibarados, olvidemos que el fundamento del proyecto nacionalista sigue siendo el de siempre. Mi inquietud es que la visión de Atxaga sea, en realidad, una ventana pintada en la pared.
Alfredo Arizmendi
Médico y miembro de Sociedad Civil Navarra