La planta del café es originaria del sur de Oriente Medio . La semilla de su fruto se comenzó a consumir como infusión alrededor del siglo IX en Etiopía. Al parecer, los etíopes se sintieron tentados a probarlo, primero crudo, al comprobar el efecto estimulante en los rebaños de cabras y ovejas que comían el fruto. En Europa, el café se consume desde el año 1000 y fue introducido a través de Turquía.
Al principio, el café fue considerado en Occidente como una bebida pagana, porque procedía del mundo musulmán (lo mismo que ocurría con el vino en los países musulmanes, que era visto como un productor pernicioso de los infieles cristianos). Poco a poco, el café fue ganando adeptos por su aroma y sus efectos estimulantes y por otra razón complementaria: mitigaba los efectos del alcohol.
Las primera cafeterías conocidas datan de comienzos del siglo XVI y se encontraban en El Cairo y Estambul. Como no podía ser de otra manera, la cafetería más antigua de Europa fue la Bottega del Caffè, documentada en 1624 en Venecia. No hay que olvidar que Venecia, ciudad portuaria por excelencia, era paso obligado para los mercaderes orientales que comerciaban con productos exóticos.
El café no llegó al norte de Europa hasta el siglo XVIII. A comienzos de ese siglo, comenzaron a abrirse las primeras cafeterías en Francia y en Holanda.
¿Cuándo se inauguró el primer café en España? En el Madrid de 1764, concretamente en la calle Alcalá. Las cafeterías de la época eran lugares públicos y espaciosos, donde se celebraban reuniones y tertulias. El café no se servía como en la actualidad. Se tomaba o bien a la turca, cocido en un cazo de mango largo llamado ibrik, o bien colado, que era el llamado café de puchero. En ambos casos se preparaba pasando agua caliente a través de granos de cafés tostados y molidos.
La primera máquina de café industrial fue inventada por el empresario milanés Luigi Bezzera en 1901. Cuenta la leyenda que el hombre estaba harto de que sus operarios perdiesen tiempo preparándose el café matutino, así que patentó un aparato con el que tener siempre a punto el agua del café, inspirado en las calderas de los ferrocarriles de vapor. De hecho, lo bautizó con el nombre de “macchina per il caffè espresso”, clara derivación del tren exprés, como sinónimo de rapidez, ya que era capaz de hacer ciento cincuenta cafés por hora.
En 1903 la empresa Le Pavoni le compró la patente a Bezzera y poco después comenzó a fabricar en serie las primeras máquinas de café exprés de la historia. Uno de los primeros modelos fue conocida como La Cornuta, por los dos brazos que sobresalían de la caldera.
El mito del buen café italiano nació en 1947, cuando la empresa Gaggia introdujo el pistón, una manivela que aumentaba la presión y creaba la típica espuma del espresso. El sistema de pistones no tuvo rival hasta 1961, año de la presentación del sistema eléctrico de la empresa Faema que evitaba el gesto característico de bajar la manivela del pistón. Ambos procedimientos, manual y eléctrico, han convivido hasta la actualidad.