El escritor vascofrancés Joseph-Augustin Chaho (1811-1858) nació en Tardets (Soule) fue el primer intelectual en afirmar que los vascos eran un pueblo ario y emparentar el eusquera con el sánscrito. Hombre de desbordante fantasía, Chaho creó una casta de antiguos sabios vascones, los Videntes, idéntica a los vedas brahmánicos, y asimiló el folclore de su país natal a las mitologías de la Persia de Zoroastro y las mitologías de la India.
El mito del conflicto vasco nace de su pluma. Un panfleto suyo, publicado en 1834, sostenía la teoría de que los carlistas vascos luchaban por la independencia de la región y no por los supuestos derechos de don Carlos al trono de España.
La apoteosis delirante de Chaho llega en 1835 con el “Voyage en Navarre pendant l’insurrection des Basques”, publicado un años más tarde en París. En el libro, el autor relata una entrevista con Zumalacárregui que le habría revelado que la verdadera finalidad de los carlistas era la independencia del País Vasco. Una pena que Zumalacárregui no pudiera explicarse, ya que llevaba un año muerto.
Miguel de Unamuno comentó en su tesis doctoral el “Voyage en Navarre” en 1884. de modo que los intelectuales vascos conocían a la perfección el libro de Chaho, aunque no fue traducido y publicado en español hasta 1934. Lo curioso es que los escritores regionalistas de la segunda mitad del siglo XIX no prestaron demasiada atención a su tesis del carlismo como un movimiento independentista y se centraron en la fantasiosa y barroca mitología que Chaho inventó.
A él se debe la figura más celebre, Aitor, el padre de todos, de las raíces Aita (Padre) y Oro (todo, en el dialecto de Soule). Chaho afirmó que los vascos se denominaban como Aitoren semeak: “hijos de Aitor”… la realidad era que los vascos de la Edad Media se llamaban aitonen semeak, con n, es decir: “hijos de padres buenos o nobles”: los hidalgos. Obsesionado con la figura del padre universal, Chaho publicó en 1854 “Aitor. Légende cantabre”, en el que enumera las aportaciones de los vascos primitivos al mundo, que van desde la filosofía al reloj.
Otras de las invenciones del universo mitológico de Chaho que luego se asimilaron por la intelectualidad vasco española durante el Romanticismo fueron la del Basajaun, el hombre salvaje de los bosques, inspirado en los salvajes de alegorías de la Edad Media, y las ninfas o maitagarris.