Fue una frase afortunada de Ana Pastor, la Constitución como “la historia de un éxito”, pero también el rey Felipe pronunció otras, como que la Constitución fue “el gran pacto nacional de convivencia por la concordia, la reconciliación, la democracia y la libertad”, o la reflexión sobre “la necesidad de resolver los desencuentros mediante el diálogo, respetar las leyes y los derechos de los demás, ejercer esos derechos y acudir a los tribunales para defenderlos y cumplir sus decisiones”. Fue una celebración excepcional. Con la presencia de los cuatro reyes, todo un desagravio al rey Juan Carlos, que el año pasado no fue invitado a participar en el acto con el que se conmemoraba el aniversario de las primeras elecciones democráticas, y con dos discursos que se recordarán en el futuro porque ni el rey Felipe VI ni la presidenta del Congreso podían haber dicho más con menos palabras. Una defensa inequívoca de la Constitución con datos muy concretos sobre lo que ha significado en la historia de España y en su transformación. Deberían tomar buena nota los populistas de izquierda, que acudieron a la ceremonia con un único objetivo: publicitar su posición contraria y abogar por la república. En su derecho están, entre otras cosas porque la Constitución de la que abominan les reconoce ese derecho. Pero al menos podían estudiar la historia de España en los dos últimos siglos esos líderes que tanto presumen de titulaciones universitarias. Por no hablar de la firmeza con la que pronuncian frases lapidarias como que los países más democráticos son republicanos. ¿No es un país democrático el Reino Unido? ¿No lo es Dinamarca, ellos que presumen de que quieren una democracia como la danesa? Cuánto analfabetismo en la España política actual. Fue emotiva la emoción de D. Juan Carlos y Doña Sofía ante el aplauso sincero de la mayoría de los asistentes, emotivas las palabras que les dedicaron su hijo Felipe y la presidenta del Congreso, que explicaron cómo esa Constitución no habría sido posible sin el empuje del rey Juan Carlos. Conmovedora la satisfacción con la que recibían el saludo cariñoso y sincero de las personas que, tras el acto oficial, se acercaban a ellos para expresarles su afecto. Fue un día de homenaje a la Constitución pero también a un rey que hoy no está en su mejor forma, que ha cometido errores que han dañado a su imagen, pero que promovió un cambio que parecía imposible de alcanzar. Se consiguió por su empeño personal y porque un puñado de políticos de diferentes ideologías apostaron por seguirle en aquel objetivo. Hoy no sería posible por la carencia de políticos que miren por España y porque los populismos demagógicos y que no dudan en falsear la verdad emponzoñan la vida pública.
La historia de un éxito
Fue una frase afortunada de Ana Pastor, la Constitución como “la historia de un éxito”, pero también el rey Felipe pronunció otras, como que la Constitución fue “el gran pacto nacional de convivencia por la concordia, la reconciliación, la democracia y la libertad”, o la reflexión sobre “la necesidad de resolver los desencuentros mediante el diálogo, respetar las leyes y los derechos de los demás, ejercer esos derechos y acudir a los tribunales para defenderlos y cumplir sus decisiones”. Fue una celebración excepcional. Con la presencia de los cuatro reyes, todo un desagravio al rey Juan Carlos, que el año pasado no fue invitado a participar en el acto con el que se conmemoraba el aniversario de las primeras elecciones democráticas, y con dos discursos que se recordarán en el futuro porque ni el rey Felipe VI ni la presidenta del Congreso podían haber dicho más con menos palabras. Una defensa inequívoca de la Constitución con datos muy concretos sobre lo que ha significado en la historia de España y en su transformación. Deberían tomar buena nota los populistas de izquierda, que acudieron a la ceremonia con un único objetivo: publicitar su posición contraria y abogar por la república. En su derecho están, entre otras cosas porque la Constitución de la que abominan les reconoce ese derecho. Pero al menos podían estudiar la historia de España en los dos últimos siglos esos líderes que tanto presumen de titulaciones universitarias. Por no hablar de la firmeza con la que pronuncian frases lapidarias como que los países más democráticos son republicanos. ¿No es un país democrático el Reino Unido? ¿No lo es Dinamarca, ellos que presumen de que quieren una democracia como la danesa? Cuánto analfabetismo en la España política actual. Fue emotiva la emoción de D. Juan Carlos y Doña Sofía ante el aplauso sincero de la mayoría de los asistentes, emotivas las palabras que les dedicaron su hijo Felipe y la presidenta del Congreso, que explicaron cómo esa Constitución no habría sido posible sin el empuje del rey Juan Carlos. Conmovedora la satisfacción con la que recibían el saludo cariñoso y sincero de las personas que, tras el acto oficial, se acercaban a ellos para expresarles su afecto. Fue un día de homenaje a la Constitución pero también a un rey que hoy no está en su mejor forma, que ha cometido errores que han dañado a su imagen, pero que promovió un cambio que parecía imposible de alcanzar. Se consiguió por su empeño personal y porque un puñado de políticos de diferentes ideologías apostaron por seguirle en aquel objetivo. Hoy no sería posible por la carencia de políticos que miren por España y porque los populismos demagógicos y que no dudan en falsear la verdad emponzoñan la vida pública.