El pasado 7 de agosto de 2017 un ciudadano australiano que se hacía llamar Abu Adam, miraba fijamente a la cámara y pedía a los telespectadores que asesinaran a sus vecinos atropellándolos con furgonetas y camiones. El vídeo, grabado con calidad profesional, incluía unas infografías mostrando un camión circulando por una acera. Abu Adam hablaba desde un edificio derruido en la ciudad siria de Raqqah, pero su mensaje en inglés se difundía en directo a todo el mundo a través de más de cuatrocientas cuentas de Twitter que parasitaban los hastags más populares de las conversaciones de la red social en Europa. Abu Adam hablaba desde el mismo lugar elegido el 26 de noviembre de 2016 por Abdelilah Himich, un ex legionario francés de 27 años, para grabar un video donde pedía a los seguidores de Estado Islámico que dejaran de viajar a Iraq o Siria para unirse a sus filas y que, a cambio, mataran a los vecinos de sus ciudades atropellándolos con vehículos, apuñalándolos con cuchillos, o fabricando explosivos elaborados en la cocina de casa. Aquel vídeo difundido en francés con subtítulos en inglés también estaba acompañado de cuidadas infografías y lecciones prácticas de cómo robar o alquilar un vehículo sin levantar sospechas o cómo conducirlo para provocar mayor número de muertos. Durante horas se difundió por las redes sociales. Y aún a día de hoy no resulta complicado encontrarlo de manera abierta en internet y descargarlo. La campaña de Estado Islámico incitando atropellos y apuñalamientos ha continuado durante casi un año de manera ininterrumpida a través de la conversación digital. El resultado, nueve ataques en ciudades europeas, incluyendo Barcelona, donde los terroristas se inspiran de manera casi milimétrica en los consejos difundidos por el grupo terrorista.
Desde el año 2014 hasta la actualidad, el grupo terrorista Estado Islámico ha difundido más de 10.000 campañas de comunicación a través de las redes sociales, incluyendo 1.350 videos en alta calidad. Estos productos de comunicación han creado una narrativa más cercana al nihilismo que al islamismo que ha conseguido canalizar el descontento y la frustración de una parte de la juventud global y postmoderna. Naciones Unidas estima que cerca de 35.000 jóvenes de cien países distintos se han unido a Estado Islámico en estos tres últimos años.
La derrota física que está sufriendo Estado Islámico sobre el terreno en Iraq y Siria servirá de poco si no se consigue derrotar al Califato digital: una estructura mediática con 39 productoras audiovisuales; una agencia de noticias; un departamento de noticias; una unidad de infografías; una productora de videoclips musicales; una editora de libros y un equipo de cientos de agitadores en redes sociales. Estado Islámico ha destinado recursos ilimitados a generar una narrativa de exaltación y fascinación por la violencia y el extremismo. Una narrativa que seduce e interpela a una generación global que busca nuevos referentes, nuevas emociones y nuevos alineamientos identitarios.
Combatir estas narrativas del odio, vengan de donde vengan, y volver a poner en valor las instituciones públicas son fundamentales para garantizar la pervivencia de los Estados de Derecho, la convivencia democrática y el nivel de bienestar que tantos años ha costado construir en Europa y en España.
Javier Lesaca es investigador de la George Washington University y autor del libro “Armas de seducción masiva”