Artículo publicado originalmente en Diario de Navarra el 25 de Julio de 2022
Finalmente hemos podido disfrutar de los Sanfermines. La fiesta y el buen ambiente han sido el tono predominante, pero la convivencia ha sido truncada por unos gravísimos incidentes violentos que tienen un denominador común: la intolerancia y el supremacismo de los radicales abertzales.
El suceso más reciente se inició con los insultos, amenazas y coacciones en la plaza de toros, contra la peña Mutilzarra cuando ésta bajó al ruedo como las demás peñas tras la corrida el 14 de Julio con su pancarta con la bandera foral en su reverso. El acoso se intensificó en la calle, culminando con la agresión al presidente de esta peña.
El primer incidente había sido la jauría humana que durante la procesión del 7 de Julio y en diferentes grados insultó, escupió y agredió físicamente al Cabildo Catedralicio, a la Policía Municipal y a los concejales de varios partidos, con la excepción de algunos de Bildu como Asirón que fueron aplaudidos y hasta recibieron palmaditas de los acosadores.
Como dijimos desde Sociedad Civil Navarra (SCN) en nuestras respectivas notas de condena a estos dos actos de violencia y odio por motivos ideológicos, la instalación de la enseña de Navarra en la Plaza de los Fueros el pasado 23 de Junio, fue sin duda otro factor que incrementó las ya habituales muestras de acoso de la calle Curia, y que concitó las iras de los violentos contra un alcalde que a principios de año también acordó nombrar una de las plazas más céntricas de Pamplona como la Plaza de la Constitución de 1978, en este caso a petición de SCN.
Y es que los violentos “abertzales” no pueden soportar que la bandera de Navarra, con sus cadenas y su corona, como Reyno pasado y parte de un Reino presente, pueda tener el protagonismo que le corresponde. No pueden soportar que las cadenas le recuerden a alguien que Castilla, Aragón y Navarra ya se aliaron en 1212 en la victoria de la batalla de las Navas de Tolosa.
Por ello quieren imponernos una bandera creada en 1894 por el supremacista Sabino Arana y su hermano para representar al Partido Nacionalista Vasco exclusivamente en la provincia de Vizcaya, pero que más adelanté fue adoptada para toda la autonomía.
Pero los navarros no vamos a aceptar que quieran suplantar y ocultar nuestra bandera con la de una comunidad hermana en muchos aspectos, pero que no es la propia de Navarra, como tampoco aceptaríamos que las otras comunidades autónomas limítrofes Aragón o La Rioja intentaran lo mismo.
En la Cataluña carcomida por la reciente deriva secesionista que ha provocado un desastroso resultado económico y que ha fracturado la sociedad catalana, los partidarios de la secesión coreaban en sus concentraciones “els carrers serán sempre nostres” (las calles serán siempre nuestras) que deja claro el interés del nacionalismo por apropiarse del espacio público para su uso exclusivo.
En los sucesos de Pamplona antes relatados se gritaron vivas a ETA y se coreó multitudinariamente “UPN Kanpora” (UPN fuera) con el fin de intimidar a todos los partidos y a los defensores de la libertad y la democracia, a los que consideran como sus enemigos a desterrar de las calles y del territorio.
Y es que ETA consiguió con sus crímenes y amenazas que entre 150.000 y 200.000 personas abandonaran la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) alterando el mapa político, ahora dominado a su antojo por el nacionalismo.
Ahora ya no matan, pero con sus prácticas mafiosas siguen buscando nuestro silencio y nuestra consiguiente muerte civil. Precisamente por eso no podemos permanecer en silencio ni quitar un ápice de la importancia que tienen estos actos. No podemos considerarlos como actos aislados ni ocultar el relieve que merecen para no aguar la fiesta.
ETA fue derrotada por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, pero por una parte la debilidad del PSN/PSOE que ha preferido pactar con sus herederos para alcanzar el poder en Navarra y en Madrid, y por otra parte el silencio de buena parte de la ciudadanía, ha envalentonado políticamente a esos radicales.
El acercamiento de presos no arrepentidos y la aprobación de la nefasta Ley de Memoria Democrática al gusto de Bildu, son peajes que traicionan a las víctimas del terrorismo y a toda la sociedad española en su conjunto que ve atónita como un partido fundamental en la Transición acepta que se cuestione la autenticidad de la democracia hasta 1983.
Con estos pactos y leyes se está colaborando con el blanqueamiento del relato de una banda terrorista y se está contribuyendo a darles una categoría de grupo resistente a la dictadura, cuando asesinaron mucho más en plena democracia, que es su verdadero enemigo.
Pero más allá de lo que hagan nuestros gobernantes, está nuestra responsabilidad individual como ciudadanos con el deber de denunciar la apropiación del espacio público y colaborar activamente en la recuperación de su neutralidad, que durante tantos años nos han arrebatado.
Las calles no son de los violentos, son de todos.
Pongamos nuestro nada pequeño granito de arena para conseguir esa neutralidad.
Eduardo López-Dóriga Enríquez
Presidente de Sociedad Civil Navarra
www.sociedadcivilnavarra.org