Lo que el ‘cambio’ se llevó

Lo que el ‘cambio’ se llevó

La participación del ciudadano corriente en la vida política se reduce normalmente al acostumbrado rito de las urnas el día de las elecciones. Después, el paraguas de las redes sociales e internet se convierte en el recurso más accesible y rápido para que los insatisfechos puedan mostrar su grado de descontento personal con sus gobernantes. Sucede a menudo que muchos de estos ciudadanos carecen de las herramientas necesarias para transformar su queja individual en una crítica colectiva con personas que compartan ese grado de malestar. Esta es la clave para comprender el rotundo éxito de respuesta popular de la marcha del pasado 3 de junio en Pamplona con el lema “Defendamos la bandera de Navarra”.

Hasta ahora, muchos navarros preferían no significarse públicamente en determinadas cuestiones por ese miedo pegajoso instalado en las mentes después de décadas de terrorismo y violencia social. La Comunidad Foral no era tampoco ajena a la gran paradoja de la sociedad moderna de la desafección política ciudadana por la estabilidad de nuestra democracia. La reflexión inmediata que surge después de la manifestación es que la política vuelve a importar.

Claro está que nacionalistas y populistas parten con la ventaja de tener unos objetivos muy concretos -independencia y soberanía popular- que les lleva a aceptar con entusiasmo y fervor que todos los espacios de sus vidas (trabajo, amistad, tiempo de ocio) participen de algún modo de esos ídolos particulares de la Nación y de la Tribu. Pero ahora también otros muchos ciudadanos navarros, de espectros ideológicos muy diversos, vuelven a ser conscientes de la contribución de la política para que Navarra sea lo que es: una región española cuyos indicadores económicos y sociales la colocan en los primeros puestos de las clasificaciones nacionales. Y no es que los navarros seamos más guapos, más inteligentes o más trabajadores que el resto. Ocurre que la política no fue el único factor determinante para estos logros, ya que se supo combinar con habilidad con otras valiosas riquezas presentes en nuestra tierra (educación, atención sanitaria, tejido industrial, riqueza agraria…).

Hasta las últimas elecciones, el espacio de estabilidad política parlamentaria con pactos y acuerdos naturales entre los dos principales partidos no nacionalistas, UPN y PSN, había evitado que nuestros políticos perdieran el tiempo en estériles y fratricidas peleas identitarias con nulo beneficio para el progreso y la prosperidad de Navarra. Aquel bipartidismo no nacionalista sí que consiguió acuerdos muy positivos, con sus luces y sus sombras, para sacar adelante temas nucleares de enorme interés general para todos los navarros.

Este escenario se ha transformado de manera radical con la llegada del llamado gobierno del cambio, es decir, la coalición integrada por Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezquerra bajo la presidencia de Uxue Barcos. Con 26 de los 50 votos del Parlamento de Navarra, la acción de gobierno del ejecutivo cuatripartito se ha empeñado principalmente en imponer la vasconización de Navarra como la realidad absoluta dominante en todo su territorio.

La utilización de la lengua -el Plan del Euskera- y la manipulación de los símbolos institucionales -la derogación de la Ley de Símbolos del 2003 que prohibía la exhibición de la ikurriña en las instituciones navarras- son los dos ejes principales sobre los que ha pivotado esta política.

El enorme conflicto generado dentro del gobierno para sacar el Tren de Alta Velocidad y el Canal de Navarra, certifica ese cambio visible y radical en la trayectoria de la Comunidad Foral. Resulta evidente que la cuestión identitaria ha sido la máxima prioridad para el cuatripartito y que la división reconocida entre sus miembros en materia de infraestructuras ha estado torpedeando sin tregua estos proyectos claves para el desarrollo y futuro de Navarra.

El tiempo y las actuaciones futuras hasta las elecciones de 2019 nos dirán si la manifestación en rojo ha sido un arrebato colectivo de insatisfacción después de un periodo de letargo en Navarra o, por el contrario, representa el despertar y la toma de conciencia de una mayoría social harta de políticas impositivas de corte nacionalista.

Elena Sola Zufía es licenciada en Filosofía y Letras y miembro de Sociedad Civil Navarra

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