Tenemos el privilegio de disfrutar en Pamplona de 144.000 árboles y casi 480 hectáreas de zona verde. Alrededor de 26.000 árboles se encuentran en parques y jardines, otros 25.000 en zonas de asfalto y edificios y los 92.000 ejemplares restantes se reparten por todo el término municipal.
Sin embargo este atractivo paisaje de árboles no ha sido siempre así. La urbanización del territorio, fruto de la urbanización urbana, hizo que la actual Pamplona perdiera su carácter boscoso y se convirtiera en una sucesión de campos de cereal, viñas, prados y cerros desarbolados conocidos en lengua vasca como mendi -cerro- que luego han dado lugar a topónimos locales como Mendillorri, Mendizalbo, etc.
El pequeño robledal de Ezkaba, en el límite con los municipios de Villava y Ezkabarte, es el vestigio más antiguo de la vegetación original de la Cuenca. Según los estudiosos, se trata de un robledal milenario, cuyo origen nos llevaría hasta la mismísima Edad de Hierro, previa a la llegada de los romanos. Sólo las laderas de Ezkaba, las más alejadas del recinto amurallado, conservaron ese bosque original característico y luego modificado a lo largo de los siglos por la acción del hombre.
En definitiva, para el año 1000, Pamplona no era precisamente el paraíso del árbol. Este paisaje se mantuvo hasta el siglo XIX y primera mitad del siglo XX con la creación del gran Parque de la Taconera y la activa política municipal de la segunda mitad del siglo XX que permitió plantar miles y miles de árboles para superar el desastre la enfermedad de los olmos, la grafiosis.