Los susurros del miedo

Los susurros del miedo

Las graves agresiones de Alsasua son un acto cobarde de matonismo pandillero, con tintes políticos, que no puede quedar impune. Hay que confiar en que la justicia actúe con diligencia y celeridad para castigar este tipo de acciones que recuerdan a linchamientos pretéritos por su carácter grupal y de manada. No puede haber ninguna duda al respecto. Estos tristes y execrables hechos sirven para poner sobre la mesa el debate sobre la violencia invisible que afecta a algunos pueblos del norte de Navarra y a ciertos barrios de la propia ciudad de Pamplona. Hay que pensar en esa hucha impuesta que el agobiado tendero colabora a llenar con un puñado de euros ante la atenta y desafiante mirada del hijo de su vecina, mientras mira de soslayo los cristales de su pequeño negocio y sopesa el coste de las lunas en caso de rotura accidental…

Otra escena cotidiana se dibuja en esa conversación a hurtadillas, en la mesa del bar o en la esquina de la plaza, que representa, en realidad, un intercambio de murmullos robados sobre temas políticos y de la vida del pueblo. Es el susurro del miedo, ya que no se sabe nunca si alguien puede escuchar la conversación y trasladarla a oídos poco amistosos y controladores.

Por otro lado, el espejo de las redes sociales en Navarra nos devuelve una imagen muy poco constructiva de la sociedad: los insultos y las descalificaciones que se ven en los muros de ciertas cuentas de facebook y twitter; la exaltación en el ágora virtual de internet de los antiguos terroristas etarras y sus sangrientas biografías.

Son la versión 4.0 de las clásicas pintadas y de los agresivos carteles que decoran algunas paredes de casas particulares, frontones o plazas en Navarra y que se ignoran con un oportuno giro de cabeza o una apresurada desviación de la mirada. La justicia y las instituciones navarras tienen el deber de identificar, denunciar, castigar y erradicar esta violencia invisible, ya que supone un atentado contra la integridad y la dignidad de las personas, valores ambos que están por encima de cualquier ideología. Sólo unos pocos pretenden imponer su pensamiento único con el miedo y la coacción, pero no pueden imponerse a esa mayoría silenciosa de ciudadanos pacíficos que sabe convivir y respetar las normas elementales de respeto entre personas, como sucede en cualquier rincón de España. Es vital que el ciudadano reaccione y empiece a romper con la cadena del miedo en Navarra. Está en juego nuestro derecho más elemental: la libertad.

 

Elena Sola Zufía

Licenciada en Filosofía y Letras y miembro de Sociedad Civil Navarra

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