Navarra, cuestión de Estado

Navarra, cuestión de Estado

Tribuna de Javier Esparza, publicada en El Mundo

Las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2015 retrataron un nuevo escenario político en España. Los populismos entraron en el gobierno de algunas CCAA y alcanzaron alcaldías relevantes, generando incertidumbre al conjunto de los españoles. En Navarra, Uxue Barkos se convertía en presidenta del Gobierno pactando con EH Bildu, es decir, pactan- do con los herederos de la antigua Herri Batasuna, con quienes siempre han justificado y apoyado a los terroristas. Por primera vez se traspasaba la barrera ética de gobernar con los valedores de la banda terrorista ETA.
Una banda que, no lo olvidemos, no se ha disuelto ni ha pedido perdón por sus atrocidades y que tiene mucha información que aportar para ayudar a esclarecer los asesinatos que todavía quedan sin resolver.
Uxue Barkos se convertía, así, en la primera presidenta de Navarra que pasará a la Historia con el triste honor de gobernar gracias al apoyo de EH Bildu. Tampoco olvidemos que ese pacto de Gobierno incluía a Podemos y a Izquierda Ezkerra (coalición de la que forma parte Izquierda Unida), actores necesarios de lo que hoy está sucediendo en Navarra. Este hecho, que en su día pasó prácticamente desapercibido, está marcando la vida política en la Comunidad Foral. Pero, no sólo eso. Lo que ocurra en Navarra puede afectar de forma importante al conjunto nacional.
España, como nación, centra en Cataluña la mayor parte de sus preocupaciones. Hace años, Cataluña era un riesgo. Hoy, desgraciadamente, es un peligro inminente para la unidad constitucional, para la igualdad de todos los españoles y para el desarrollo económico de nuestro país. Esto es así porque en su momento no se supo dar una respuesta contundente. El tiempo está demostrando que la generosidad con los nacionalismos no ha servido para nada. El nacionalismo es insaciable por naturaleza. Siempre quiere más. Si le das un dedo, quiere la mano y luego el brazo. Hablar de los nacionalismos con permisividad, sin reconocer el riesgo real que suponen para todos los españoles es hacer un flaco favor a nuestra joven democracia. El nacionalismo, por definición, quiere arrancar y quedarse con una parte de España. Ése es su objetivo y trabajan día a día para conseguirlo. Ellos son los eternamente ofendidos.
Después de darles todo, hoy tenemos encima de la mesa el planteamiento por el independentismo catalán de un referéndum para separarse de España y tenemos también al lehendakari Urkullu hablando de un Estado vasco independiente de siete territorios, Navarra incluida.

Pues bien: si en Navarra se consolida el nacionalismo vasco, España tendrá otro frente abierto, añadido al catalán. De esto no tengan duda. Por eso Navarra es cuestión de Estado y es cuestión de España.
Navarra ha sido siempre el objeto de deseo del nacionalismo vasco, la pieza fundamental para la conformación de su Euskal Herria imaginaria y su salida de España. Lamentablemente, ésa es la máxima prioridad para el Gobierno de Uxue Barkos, un Gobierno nacionalista al servicio del nacionalismo vasco.
En estos casi dos años de legislatura, la acción política del Gobierno de Navarra está centrada de una manera obsesiva en los asuntos identitarios y, en ellos, la sintonía de Barkos con EH Bildu es total.
El próximo jueves 30 de marzo se hará realidad un nuevo paso en la hoja de ruta que tienen definida pa- ra Navarra. Geroa Bai (el partido de Barkos) y EH Bildu, junto a Podemos e Izquierda Ezkerra, van a derogar la actual Ley de Símbolos de Navarra con un único objetivo: que se pueda poner la ikurriña, bandera de la Comunidad Autónoma Vasca, en los Ayuntamientos de la Comunidad Foral de Navarra. Un auténtico despropósito. Nunca antes una presidenta de una comunidad ha votado a favor de que allí donde gobierna se pueda poner la bandera oficial de otra comunidad.
Nunca, salvo que lo que pretenda es que su comunidad desaparezca como tal y se convierta en otra cosa. Desgraciadamente, ése es su objetivo. Cambiar la ley, poner las ikurriñas en los ayuntamientos y trasladar la idea de que Navarra forma parte de su Euskal Herria, tan anhelada como inventada. Los símbolos oficiales representan la realidad institucional de una comunidad. Y, aunque en Navarra tengamos una presidenta abertzale que siente la ikurriña como propia y a quien le hubiera gustado verla en el balcón de Pamplo- na en los pasados San- fermines, hoy Navarra es una Comunidad Fo- ral y española. Por lo tanto, en los edificios oficiales de Navarra deben ondear las banderas que representan esa realidad, y la ikurriña no la representa.
Pero, lamentablemente, la colocación de la ikurriña no será el último paso en esa hoja de ruta para euskaldunizar Navarra. En el debate de su investidura, Barkos hizo dos afirmaciones especialmente reveladoras de lo que iba a ser su legislatura.
«La educación será mi obsesión», dijo. Esa frase, que, en principio, podría ser suscrita por cualquier dirigente político, se revela muy peligrosa cuando se hace de la educación la utilización política que está haciendo el nacionalismo en Navarra. Sólo así se explica, por poner un ejemplo, la decisión de permitir que en los centros educativos se utilicen libros de texto que, como dictó el propio Tribunal Superior de Justicia de Navarra, no se ajustan a la normativa educativa, no respetan la realidad institucional de Navarra y ofrecen a los más jóvenes una visión distorsionada.

La presidenta Barkos también afirmó: «Soy una presidenta abertzale en una comunidad que mayoritariamente no lo es». Le faltó decir: «Y haré todo lo que pueda para que Navarra sea tan nacionalista como yo». Y vaya si lo está haciendo. Día a día, sin pausa, está marcando su impronta. Cuestiones como no asistir a la celebración del Día de la Hispanidad o dejar de invitar a los Reyes a la entrega del Premio Príncipe de Viana dan muestra de su empeño por alejarse de todo lo que suene a España.
A ello se suma el afán por imponer el euskera en la enseñanza, en la calle y en la Administración, obviando que, aunque forma parte de nuestro patrimonio cultural, no es lengua oficial de Navarra y sólo lo habla un 12,9% de los habitantes, sobre todo, de la zona norte.
Tristemente, a día de hoy, en Navarra tenemos un Gobierno que, hace tan sólo unas semanas, organizó un acto de reconocimiento y reparación a las víctimas por actos de motivación política provocados por grupos de extrema derecha o funcionarios públicos, al que invitó a familiares de terroristas que murieron con las armas en la mano en el transcurso de confrontaciones directas con la Policía.
Capítulo aparte merece la relación del Gobierno de Barkos con las víctimas del terrorismo de ETA en Navarra, colectivo que, en un comunicado conjunto, además de mostrar su rechazo y desconfianza ante un Gobierno integrado por EH Bildu, le acusaron de mentir y de sentirse utilizadas. Mayor bajeza no cabe.
Pese a ser un comunidad pequeña, Navarra, por su historia, por su trayectoria y por su situación, es un enclave vital para la unidad de España y ha sido siempre una pieza esencial en el tablero nacional. No en vano, el escudo de Navarra ocupa uno de los cuarteles del escudo de España. Desde la lealtad institucional con nuestro país, los navarros hemos defendido nuestro modelo diferencial. Un modelo solidario con el conjunto de los españoles, que ha contribuido a construir nuestra nación. Un modelo que ha ido modificándose con el tiempo para actualizarse, pero que ha mantenido su esencia. Una forma de relación reconocida por la historia y por la Constitución española.
Hoy en Navarra se está viviendo una situación que, me temo, está pasando desapercibida para buena parte de la sociedad española. No sería bueno para los navarros, pero tampoco para el conjunto de los españoles, que se reprodujera lo que se está viviendo en Cataluña.

 

Tribuna de Uxue Barkos, publicada en Diario de Noticias

Han pasado casi dos años desde las elecciones forales y municipales de 2015 y, lejos de los perversos augurios que algunos interesadamente han intentado propagar durante este tiempo, hoy Navarra retoma con paso firme la senda del futuro. Aquellos comicios abrieron en Navarra un nuevo tiempo que se materializó con un cambio en el equilibrio de mayorías, tras 20 años en los que Unión del Pueblo Navarro había estado al frente del Ejecutivo Foral. Así, se produjo un profundo cambio institucional que no sólo tuvo expresión en el Parlamento y, consiguientemente, en el Gobierno, sino que se ha extendido de manera incontestable en el conjunto de los ayuntamientos de las principales ciudades y localidades de Navarra, donde también ha sufrido UPN la pérdida del poder insitucional.

El actual Gobierno de Navarra cuenta con el respaldo de cuatro fuerzas políticas de las siete que tienen representación en el Parlamento. Y, de este modo, Navarra goza de una estabilidad y solidez desconocida en años, que nos está permitiendo construir una Navarra más plural, próspera, solidaria y competitiva.

Pero el camino no está siendo fácil, y la situación en que UPN dejó las arcas forales a nuestra llegada constituye, sin duda, la principal dificultad. Cuando llegamos al Gobierno en julio de 2015 nos encontramos con una estampa desoladora. Una deuda de 3.323 millones de euros -prácticamente el equivalente al presupuesto de un año- a lo que hay que sumar la losa que suponen los diferentes peajes en sombra: 235.000 euros diarios para los próximos 30 años generados como deuda para los navarros en tiempos de bonanza, cuando la crisis no había ni asomado. Junto a ello, y a nuestra llegada al Gobierno, unas arcas forales absolutamente exhaustas, vacías. Sirva como ejemplo el siguiente dato: en 2007 Navarra tenía más de 1.200 millones de euros de tesorería, y cuando este Gobierno llegó, no había más de 50… Una envenenada herencia en la que destacan sólo como ejemplos los 100 millones de euros anuales en concepto de intereses de la deuda o el rosario interminable de sentencias que desde los tribunales exigen al Gobierno que yo presido el pago de los errores de los diferentes ejecutivos del partido del señor Esparza. En un repaso somero citaré algunas de las deudas que nos encontramos al llegar: los 48 millones de euros previstos en pago por sentencias en torno a la Ciudad del Transporte, los 10 millones de euros pendientes de abono a los docentes interinos, 12 millones de euros para la finalización del Pabellón Navarra Arena, 1,5 millones de euros de deuda de la Orquesta Sinfónica de Navarra, 9,4 millones de euros correspondientes a convocatorias para jóvenes agricultores de 2013…

En definitiva, desorden y desastre administrativo. Pero sobre todo, Navarra y su ciudadanía, sus hombres y mujeres necesitan más de un millón de euros al día para atender compromisos que no se pagaron en mandatos anteriores o para atender errores cometidos en los mismos. ¡Ese es el verdadero estado de la cuestión en Navarra! Comprendo que en el cómputo total de las cifras españolas, éstas pueden parecer cantidades no comprometedoras. Pero, en nuestra comunidad, donde las dimensiones de población explican la diferencia en las dimensiones financieras, ese millón de euros diarios dificultan seriamente nuestras posibilidades de mirar al futuro con inversiones y con ambición.

Esto en el terreno económico, porque en el social Navarra sufría una situación igual de alarmante. Unas inadmisibles listas de espera en la sanidad pública que se duplicaron en la pasada legislatura, recortes del 25% en las ayudas a la dependencia o falta de presupuesto para atender prestaciones garantizadas como la Renta de Inclusión Social.

Y hay más: en la rica y próspera Navarra, en esta comunidad rica en agua, una parte importante de nuestra población en la Ribera de Navarra sigue sin tener agua de boca de calidad, sigue sin poder abrir el grifo en casa para poder dar de beber a sus familias. Ése es el verdadero estado de la cuestión; ésa y no otra es la herencia que nos hemos encontrado tras 20 años de sucesivos gobiernos de UPN. Y éstas son las cuestiones que de verdad preocupan al Gobierno de Navarra, a diferencia de las que ocupan al portavoz regionalista Javier Esparza, preocupado -o más bien agazapado- en la «cuestión de Estado».

UPN, tras 20 años en el Gobierno Foral e incapaz de articular una oposición constructiva, insiste en dibujar de modo irresponsable un panorama apocalíptico de Navarra que no se corresponde con la realidad. Su actual presidente sigue la estela de quienes le han precedido en momentos similares, e invoca el eterno «Navarra cuestión de Estado» para disfrazar y esconder su falta de rigor, su falta de propuesta y, en definitiva, su falta de proyecto para Navarra buscando el cobijo de un supuesto ámbito superior de poder.

Y así, fija su mayor preocupación en la posibilidad de que aquellos municipios navarros que democráticamente así lo decidan puedan hacer ondear la ikurriña junto con el resto de sus símbolos oficiales. Se le olvida al señor Esparza, al apuntar esta cuestión como una de las mayores amenazas para Navarra, que siendo él alcalde durante cuatro años la ikurriña ondeó en el Ayuntamiento de la localidad navarra de Aoiz, tanto en el Salón de Plenos como en su fachada, y lo hizo con total normalidad. Frágil memoria la que sustenta la «cuestión de Estado»…

Pero más grave aún es su actitud de ataque y desprecio al euskera, lengua propia de Navarra. Tras 20 años de gobiernos de UPN no llega al 1% de la plantilla de la Administración la que tiene perfil bilingüe. Y para ilustrar la dimensión de la insensatez diré que entre los 5.812 empleados del Complejo Hospitalario de Navarra sólo existe una plaza bilingüe. ¡Una! Más rocambolesco, si cabe, que en Navarra -donde miles de niños y niñas cursan sus estudios en euskera tanto en la red pública como en la concertada- no se haya convocado en 20 años una sola plaza en euskera para las bibliotecas de la comunidad… Débil balance para sustentar la «cuestión de Estado».

Y ahora, en su insistente cruzada contra esta lengua, quieren dar al traste con la autonomía municipal no permitiendo que aquellos ayuntamientos que lo deseen, siempre dentro del marco normativo y por voluntad mayoritaria, puedan cambiar su estatus respecto al euskera, pasando a integrar la zona lingüística mixta. Mal argumento el de atacar la competencia municipal para defender la «cuestión de Estado». El señor Esparza también denuncia que EH Bildu es una de las cuatro fuerzas que sustenta al Gobierno de Navarra, pero lo hace volviendo a pasar por alto que se trata de una coalición legal con la que, por cierto, UPN ya aprobó en su día presupuestos en localidades navarras como Tafalla y Olite o con la que, sin ir más lejos, en la actualidad gobierna en la localidad de Andosilla.

Estos esfuerzos por criminalizar el cambio en Navarra, ese afán por pegarse a las faldas de la cuestión de Estado delata debilidad política y un solo objetivo: recuperar el poder que las urnas democráticamente decidieron traspasar. Por suerte, y frente a esa imagen caótica que de modo imprudente el señor Esparza trata de trasladar recurriendo a mentiras y medias verdades, Navarra avanza con paso firme. Así lo evidencian los dos Presupuestos Generales que hemos aprobado en tiempo y forma después de tres años de cuentas prorrogadas. Así lo demuestra el hecho de que Standard & Poor’s mantenga la calificación crediticia en el nivel A, dos puntos por encima del Estado. O que Navarra durante estos dos años de mi Gobierno haya conseguido la financiación más barata de su historia.

Así lo atestigua también el hecho de que Navarra, según la última Encuesta de Población Activa, sea la comunidad con menor tasa de desempleo, la primera región a nivel estatal con mayor peso industrial en su economía o la comunidad cuya sanidad pública logra la mejor nota de todo el Estado. Y, todo ello, manteniendo una relación firme pero leal y normalizada con el Estado con el que compartimos contactos fluidos para la actualización del Convenio Económico o con el que tratamos de llegar a un acuerdo ante los recursos presentado contra leyes forales.

Por lo tanto, Navarra vuelve a estar en marcha y avanza con paso firme, convencida de que lo que tenemos por delante es mucho mejor que lo que estamos dejando atrás. Y con unos valores claros, como son la apuesta por las personas, la cohesión social como principio y fin último, el compromiso con una sociedad innovadora a todos los niveles, respetuosa y abierta, que entiende la pluralidad como una de nuestras mayores fortalezas. Una Navarra a la que le va bien y cuyo futuro afortunadamente ya no está ligado al de UPN. Tal vez sea eso lo que tanto le molesta al señor Esparza.

No es cuestión de Estado; es cuestión de futuro.

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