El cielo de la economía navarra amaneció este domingo de primavera demasiado encapotado. Los titulares de varios medios de comunicación nacionales y locales eran muy expresivos y sus datos muy poco halagüeños. Por ejemplo, un periódico económico de tirada nacional destacaba en titulares como Navarra había superado en enero el objetivo de déficit de las comunidades previsto para todo el 2016. Sólo Extremadura nos acompaña en esta negativa estadística de dudoso mérito de nuestro inefable y poco reactivo Gobierno Foral.
Las cuentas de Navarra empiezan a tener problemas. Y no parece que la reforma fiscal vaya a mejorar los resultados con el sablazo del IRPF. Ni tampoco se observan medidas de calado destinadas a la creación de empleo (¿alguien se acuerda de Fundación Moderna?), además de apreciarse síntomas preocupantes de falta de confianza empresarial. Es un hecho objetivo que la crisis económica hundió rápidamente los ingresos. Pero también es otro hecho objetivo que el gasto público no ha seguido el ritmo de reducción deseado. Para muestra, otro botón: un periódico local explicaba cómo el gasto en personal del Gobierno Foral destinado a pagar las nóminas, las pensiones y las cotizaciones a la Seguridad Social se había disparado y rozaba ya máximos históricos, casi 1.200 millones.
Bien, con una deuda pública que superó en 2015 los 3.300 millones, el Gobierno todavía no ha explicado cómo va a intentar reducirla. Claro, no puede llegar a todo. El esquema de trabajo de Barkos, Araiz & Co. está diseñado para ayudar a Inigo Urkullu en ese proceso de “convicción y cohesión interna” previo al referéndum de incorporación de Navarra a Euskadi. Con todo el gasto que haga falta para ese menester. Lo de menos es el empleo, el bienestar social y el progreso económico de los navarros. Lo importante es el maratón identitario e ideológico.