… Bien, ya ha pasado el debate de todos los debates: Mariano, Pedro, Albert y Pablo en prime time en la televisión. Y de nuevo volveremos al postureo y a escuchar de boca de nuestros políticos esas frases hechas y esas promesas imposibles que han sumido al sufrido ciudadano en un estado de decepción, irritación, enfado y hartazgo, los ingredientes del cocktail nacional.
Y es que la desconexión del político con el ciudadano corriente es una realidad palpable en conversaciones y cafés. La política ya no ilusiona. Tristemente, desde hace años, la política de este país decepciona por la corrupción y la sordera de los políticos frente al ruido de los problemas cotidianos. Al español medio le quitan el sueño cosas como el nivel del colegio y lo que aprende su niño, la amenaza del paro, la escuálida nómina, la carísima cesta de la compra, la inevitable hipoteca, las citas a tres meses vista en el hospital, la mensualidad de la señora que ayuda a cuidar de la abuela, etc.
Así que ante la incapacidad de los partidos para dialogar y llegar a acuerdos que mejoren su vida cotidiana, el ciudadano corriente decepcionado-irritado-enfadado y harto o bien busca refugios del tipo “lo doy todo por mi equipo de fútbol” y se convierte en un pasota de la política, o bien se transforma en un comprador de catálogos políticos a lo Ikea style como medida de alivio para su cabreo continuo y su acidez estomacal crónica por la corrupción y la sordera de los políticos.
Una frase de Platón resume muy bien uno de los mayores problemas que padece nuestro país ahora mismo: “el precio de desentenderse de la política es el ser gobernado por los peores hombres”. Y eso que en la Grecia clásica no existía Ikea. Así que sigamos los consejos de Platón y, a pesar de todo y de todos, ¡oh, dioses!, aprovechemos el día 26 la oportunidad de decidir sobre el futuro de nuestro país.