Diversidad y convivencia como señas de identidad
No es el momento de dilapidar la herencia recibida en forma de bienestar, con enfrentamientos estériles identitarios que tensan la sociedad navarra. Para la autora de este artículo, algunas políticas del actual Gobierno de Navarra ponen en riesgo la convivencia ciudadana.
La cita anual del Día de Navarra constituye una magnífica oportunidad para que todos los navarros celebremos juntos ese carácter específico de colectividad que sustentan siglos de historia y de vi- da en común. Si atendemos a épocas más recientes, después de la oscura y terrible etapa de la guerra civil y de la posterior dictadura franquista, poco a poco se abrieron paso en Navarra y en España la modernidad, el progreso y el bienestar de la mano de la de- mocracia y de la Constitución del 78, si bien el terrorismo de ETA y su franquicia política, Herri Batasuna, estuvieron a punto de subvertirlas de modo irremediable. Por fortuna, los dirigentes políticos locales de la época supieron entender, desde sus respectivas atalayas ideológicas, que las diferentes realidades socio-culturales y lingüísticas de Navarra, lejos de separar a la población navarra, constituían en su diversidad y en su convivencia una de la señas de identidad de las gentes de la Comunidad Foral.
Poco a poco se abrieron paso en Navarra la modernidad, el progreso y el bienestar de la mano de la Constitución del 78
Además de esa toma de conciencia del carácter plural de Navarra, otro elemento clave de aquel periodo fue la apuesta decidida de nuestros políticos por el progreso económico y el bienestar, conscientes de que el desarrollo armónico y la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos eran la mejor garantía para una convivencia al abrigo de los vientos extremistas. La hoja de ruta de los dirigentes de la época era clara: solo si Navarra progresaba podría ayudarse a sí misma y por extensión, ser solidaria con el resto del país. La combinación de unas acertadas políticas económicas y sociales que incentivaban la inversión y el talento, junto con el trabajo incansable de los navarros y el esfuerzo de aquellos inmigrantes de regiones tan lejanas como Castilla, Extremadura o Andalucía, toda esa suma de elementos, fueron determinantes para la paulatina transformación de una economía eminentemente agrícola en otra de tipo industrial, moderna y diversificada, que impulsó una redistribución de la riqueza de una manera más equitativa y solidaria. Nuestros abuelos nunca soñaron, ni de lejos, con las condiciones que los navarros contemporáneos hemos disfrutado en materia de educación y sanidad, ni con las grandes infraestructuras de autovías y autopistas que han vertebrado el territorio y lo han conectado con el resto de España y de Europa.
Por todo ello, la responsabilidad de nuestros políticos actuales es enorme, tanto la de aquellos que nos gobiernan como la de quienes pueden aspirar a hacerlo a partir de 2019. La vida cotidiana de un navarro tiene siempre muy presente la pluralidad, el respeto y el cuidado de la concordia en el ámbito privado de la familia, los amigos o los compañeros de trabajo. Así que resulta muy inquietante constatar que la Comunidad Foral comparte algunos de los síntomas de la enfermedad independentista que ha sumido a Cataluña en la esquizofrenia actual.
Nuestros abuelos nunca soñaron, ni de lejos, con las condiciones que los navarros contemporáneos hemos disfrutado
La política es cuestión de ahora o nunca y, desde el comienzo de la legislatura, el actual Ejecutivo foral ha estado decidido a desarrollar una potente acción de gobierno de corte nacionalista en elementos tan estratégicos para el control social como son la educación y la lengua. Todos los caminos llevan a Roma, pero los de Navarra parece ser que nos quieren llevar a la República de Euskalherría, No olvidemos, además, que los mensajes de la ortodoxia oficial del Gobierno de Navarra se envuelven también en el abrigo victimista anti-ibérico de España ataca el autogobierno, España no negocia (Convenio Económico, TAV, etc.) que convierte al Estado en una suerte de ente malévolo, mezquino y totalitario que ha agredido a Navarra desde la noche de los tiempos. La cortina de humo de ese imaginario conflicto con Madrid conviene mucho al Ejecutivo cuatripartito para quitarse el foco de su responsabilidad en el paulatino pero constante empobrecimiento de la clase media navarra, atragantada con los impuestos y penalizada en el ahorro, o en su manifiesta incapacidad para sacar adelante la gran infraestructura del TAV. A este adelgazamiento obligado del poder adquisitivo de la clase media, se añaden también unas políticas fiscales poco atractivas para el empresariado y los peligros propios que acechan a la industria moderna (deslocalización, robotización, etc.), de modo que tal vez nos podamos encontrar a medio plazo con un inquietante paralelismo con el escenario catalán.
Quienes gobiernan actualmente Navarra tendrían que ocuparse más de esas miles de familias navarras que tienen grandes dificultades para llegar a final de mes y abandonar los afanes independentistas y rupturistas, completamente anacrónicos en la Europa del siglo XXI. Por otro lado, los diferentes partidos de la oposición constitucionalista en Navarra disponen tan solo de dos años para presentar unos proyectos políticos sólidos y con una condición inapelable: ser atractivos para los jóvenes. Se sabe que el desempleo, la precariedad y la falta de expectativas son una excelente fábrica de ciudadanos des- contentos. Y los votantes jóvenes y enfadados son la presa favorita para esa política de las emociones que con tanta habilidad manejan los nacionalistas y los populistas, como ha quedado demostrado a tenor de los convulsos acontecimientos de sobra conocidos por todos.
Dilapidar la herencia de nuestro pasado y hasta la de nuestro presente en estériles enfrentamiento identitarios y políticos que tensen la sociedad navarra hasta los límites de la fractura social, sería un error irreparable para las siguientes generaciones de navarros que merecen vivir en una Navarra próspera, plural y rica en su diversidad cultural, pero siempre empeñada en el esfuerzo solidario colectivo de ayudar a construir nuestro país, España y, porqué no, también Europa.
Artículo firmado por Elena Sola en el suplemento Especial del Día de Navarra
Diario de Navarra, 3 de diciembre de 2017