Podemos, en la ‘guindalera’

Podemos, en la ‘guindalera’

Una cantidad inmensa de españoles que colaboraron (…) con su acción, con su voto o con lo que es más eficaz que todo esto, con su esperanza, se dicen ahora entre desasosegados y descontentos: «¡No es esto, no es esto!»”. Así se expresaba, el 9 de septiembre de 1931, José Ortega y Gasset en un artículo en “Crisol”, a propósito del desafecto que empezaba a concitar la recién nacida Segunda República Española. Muchas décadas después, la célebre frase de Ortega, sin moverle una coma, es de aplicación al fenómeno Podemos. Basta asomarse a los medios de comunicación (incluido el que tienen entre manos) para darse cuenta de que, efectivamente, hay descontentos, y que estos descontentos piensan que Podemos “no era esto”.

Dicho llanamente, tras una fase de atolondramiento colectivo muy parecido al enamoramiento, algunas buenas gentes en Podemos se están cayendo del guindo. Puede que parezcan pocos, pero como en toda dinámica social, siempre hay precursores, y en este caso unos precursores que además no se callan. El 22 de diciembre de 2016, en Diario de Navarra, el sociólogo Mario Gaviria afirmaba que “siempre he sostenido la posibilidad de la teoría del terrón de azúcar, de que en cuatro o cinco años Podemos se diluya por falta de contenido”. ¿Son aquellos locuaces descontentos los primeros síntomas de esa dilución? Podemos no es ajeno a los procedimientos de cualquier organización política. Lo que convierte a Podemos en un caso de estudio es el monumental desfase entre lo que predica y lo que practica. Podemos se ha presentado como revulsivo ante los desmanes de una cosa difusa a la que llaman casta. Pero ¿hay cosa más castiza que Podemos?. Probablemente no, e intentaré explicar por qué.

Comencemos por los orígenes universitarios de Podemos. Es cosa sabida, y difícilmente rebatible, que una de las instituciones más endogámicas, menos transparentes y más aficionadas al chalaneo y al favoritismo es la Universidad española: una casta en sí misma, de la que Iglesias y Errejón, sin ir más lejos, son ejemplares granados. En ella han vivido y medrado durante años, beca va, beca viene. En ese tiempo no han producido (¡digámoslo de una vez!) beneficio alguno a la sociedad, que les financiaba mientras encontraban un acomodo mejor. Del paraninfo al hemiciclo, sin mezclarse ni un minuto con esos trabajadores a los que dicen defender; castuza de tiza y fotocopia.

También son costumbres castizas el nepotismo y el amiguismo, y se habla mucho del capitalismo de amiguetes. Se calla ladinamente, sin embargo, sobre ese politiqueo de novietas y novietes, exparejas, hermanos y progenitores, de tíos y primos; politiqueo en el que Podemos es maestro indiscutible. Llegaron, decían, para limpiarlo todo. No dijeron que la cuadrilla de limpieza iban a ser todos parientes; castuza de enchufe y de dedazo.
Llegaron con pujos asamblearios, herencia recibida del 15-M. La democracia buena era la suya. Después vamos sabiendo que lo de los círculos apenas es folklore; que las decisiones mollares, cuando se deciden puestos y prebendas, se hacen a la antigua. Como en el resto de los partidos, y esto lo hemos visto hace bien poco, la purga y el ostracismo esperan tras las esquinas de las pugnas por el mando. Se proclamaron partido de la sonrisa, pero les sale el colmillo retorcido. Como en el resto de partidos, lavan los trapos sucios a cubierto, y defenestran a quien ventila las miserias; castuza de sanción y disciplina.

Se podría hablar de su condescendiente actitud con la violencia, las dictaduras de izquierdas, el disturbio y el desorden público. Se podría recordar la afición a la payasada, al exabrupto, y a copar cargos con personajes sin oficio, beneficio ni talento conocido; castuza de rasta y de manifa.

El repertorio ofensivo del partido es inagotable. El estado catatónico al que había llegado la democracia en España puede explicar parcialmente la aparición del fenómeno, pero tras unos cuantos años de aguantarlos, es lógico que los menos anestesiados de sus feligreses empiecen a mosquearse. Sí: hay mucho podemita cayéndose del guindo, y detrás de estos podrían venir más. La condición necesaria para que esa “perdida de contenido” de la que avisaba Gaviria sea evidente y eficaz es que partidos e instituciones presuntamente serios actúen como tales y no vuelvan a desencadenar el hastío ciudadano.

El hastío que llenó la ‘guinda- lera’.

 

Alfredo Arizmendi Ubanell
es médico y miembro de Sociedad Civil Navarra

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