Hay amores que matan. La obsesión del cuatripartito foral y de los que gobiernan el Ayuntamiento de Pamplona, con Bildu a la cabeza, por promocionar el euskera es enfermiza. Llegar al poder y ponerse a defender el euskera como si no existiera un mañana ha sido una misma cosa. Estamos de acuerdo en defender que en Navarra existen dos lenguas, el castellano –español- y el vascuence, aunque esta última se hable poco y sea por tanto únicamente cooficial en la zona vascófona.
Cada vez somos más los navarros que creemos que, una tercera lengua, el inglés, está tomando tanta importancia que también habría que considerarlo como cooficial de facto. Esta lengua anglosajona se ha convertido en una herramienta necesaria para la comunicación internacional e imprescindible a la hora de conseguir trabajo en cualquier empresa, aunque sea una pyme, tanto en España como fuera. Se pueden contar con los dedos de una mano –y nos sobran dedos- las empresas navarras que exigen euskera para contratar a nuestros jóvenes recién salidos de las aulas de FP o de la universidad. Por ello, nuestra segunda lengua vernácula ha tenido que salir a buscar un nuevo nicho laboral donde poder desarrollarse, y ese nicho no es otro que la propia administración, foral y municipal, con la excusa de atender a los navarros que se dirigen en euskera a los funcionarios aunque conozcan el castellano. Se ha creado una necesidad “innecesaria” de saber euskera para poder conseguir una plaza de funcionario, es lo que se llama tomar a la gente como rehén del euskera para poder entrar en la administración. Dado que la condición humana es previsora por naturaleza y los padres quieren lo mejor para sus hijos, les matriculan en el modelo D para así “garantizarles” un futuro laboral en la administración, pues un puesto de funcionario es una garantía de por vida. No cuentan con que el niño una vez que llegue a mayor, o no le apetece hacer las dichosas oposiciones a funcionario (¡vaya rollo!), donde además se encuentra con una competencia grandísima, o prefiere colocarse en una empresa cualquiera o dedicarse al ejercicio libre de la profesión, ambas sin la exigencia del euskera; también puede convertirse en emprendedor, una decisión apasionante.
Para llegar a esta necesidad “innecesaria” se viene trabajando desde hace tiempo convocando plazas con perfil de euskera o premiando de manera exagerada el euskera en el baremo de las oposiciones. Todo ello, como decimos, con la excusa de atender una demanda irreal porque hay pocos ciudadanos que necesiten expresarse en euskera para que se les entienda mejor. Estas actuaciones irritan a la gran mayoría de navarros que no conocen el vascuence ni tienen intención de aprenderlo.
Parece ser que los nuevos gobernantes de Navarra no están contentos con la progresión del euskera en la sociedad navarra en los últimos 30 años -aunque haya sido considerable- y han decidido pisar el acelerador por si no repiten legislatura. Una de las primeras decisiones del gobierno de U. Barcos fue aprobar un gasto de 750.000 euros para construir un nuevo edificio en el Instituto de Iturrama del modelo D, ¡como si no hubiera necesidades más urgentes de construcción y de acondicionamiento de centros en castellano a lo largo y ancho de toda la geografía navarra! Otra decisión muy temprana fue cambiar la rotulación y la papelería en toda la administración con el mal gusto de poner la vasca por delante de la española. ¿Era necesario semejante gasto económico con las necesidades que tenemos en muchos sectores de la sociedad navarra? No, rotundamente no.
Otro aspecto que se ha vivido con mucho disgusto por el grueso de la población navarra es la moratoria del sistema de aprendizaje del inglés, el PAI, para “evaluar” su idoneidad. Aquí también aparece el fantasma del vascuence, pues piensan sus mentores que mientras se aprende inglés no se aprende euskera, o lo que es más escandaloso, que los medios que se dedican al inglés van en detrimento de la expansión del euskera. Quien piensa así tiene una mente muy corta y un espíritu mezquino.
En los presupuestos de Navarra y de Pamplona han proliferado las partidas de apoyo y difusión del euskera de una manera desproporcionada. Pero lo que es delirante es el nuevo Plan del Euskera que se está elaborando en estos momentos, una apuesta megalómana por la lengua vasca que tiene más de imposición y de discriminación positiva que de apoyo al aprendizaje voluntario del idioma, todo ello con la inversión de una cantidad ingente de dinero; lógicamente, los medios económicos los reciben los gestores del plan que son empresas relacionadas con el euskera, la mayoría del País Vasco. El objetivo final es conseguir ciudadanos de primera y de segunda, según conozcan o no el euskera, francamente discriminatorio e injusto.
Y siempre con la excusa de que el euskera es una riqueza cultural de nuestra tierra que hay que preservar, cuando es bien sabido que el objetivo último pero escondido es acercarnos a la realidad de Euskadi donde también han impuesto el euskera de manera escandalosa. Así, cuando en el muy hipotético caso se llegue un día en el País Vasco y en Navarra a hablar el euskera de forma general, ese día se podrá decir que “la lengua es nuestra frontera”. De aquí, al desgajamiento de España, habrá un corto trecho.
Mientras tanto han conseguido cabrear a una mayoría de navarros que respetan y aman el vascuence pero no lo quieren aprender de manera obligatoria y urgente. Pero, sobre todo, no quieren que se dispendie el dinero público, salido de nuestros bolsillos, habiendo grandes necesidades en otros sectores de vital importancia para la vida de los navarros como la educación, la salud, las ayudas sociales, la cultura, las grandes infraestructuras (TAV, Canal de Navarra…) etc.
Por todo ello, creemos que los gobernantes actuales no quieren al euskera, porque han conseguido que muchos navarros lo aborrezcan por el carácter impositivo y por los gastos que suponen para las arcas de la Comunidad Foral de Navarra.