La frase se le atribuye al Barón de Coubertin, padre del olimpismo moderno: “Lo importante es participar”. No imaginaba hasta qué punto se iba a poner en práctica su ideal en la vieja Pamplona. No se agobien, que no les voy a hablar de deporte, aunque si de participación; la Sacrosanta Participación, a juzgar el fervor con el que impulsan los actuales gestores del consistorio pamplonés.
De un tiempo a esta parte, lo importante es que el ciudadano participe intensamente en la toma de decisiones, incluso a costa de que las decisiones acaben por no tomarse. A esto, en la jerga moderna, se le llama “empoderamiento de la ciudadanía”.
Lo de “empoderar” suena muy bien. Suena a democracia asamblearia, a democracia real, a sillas puestas en círculo y a postits pegados en un tablón. No a esa denostada democracia representativa; la que, con todas sus taras, nos ha llevado a disfrutar de ciudades y comunidades insoñables hace apenas treinta años. A base de empoderamiento y participación, parece que cualquiera de nosotros puede ejercer el poder efectivo. Veamos que esto no siempre es así, y que el enfoque participativo a ultranza tiene algunos puntos peligrosos. Se me acusará de toda clase de perfidias por no creer a pies juntillas en la doctrina participativa, pero lo asumiré con gusto si sirve para mover a reflexión.
Tomemos como ejemplo el caso del Ascensor de Mendillorri. El 2 de Octubre de 2015 este periódico publicó la puesta en marcha de un plan de trabajo para “reevaluar” el proyecto. Se daban tres meses de tiempo para su desarrollo y conclusiones. Si tuviera que entrecomillar aquí la parrafada completa me quedaría sin espacio… y sin lectores. Me limito a añadir alguna perla más a la salmodia. Se hablaba de “un proceso de participación ciudadana con objeto de dimensionar, evaluar y primar las necesidades y problemáticas de la ciudadanía”. Pretendían “realizar un trabajo de campo específico con los vecinos mediante grupos de discusión y una encuesta (…) sobre proyectos para garantizar el acceso a los servicios existentes”. Por supuesto, qué menos que “realizar un proceso de participación específico mediante mesas de trabajo con los diferentes colectivos del barrio para trabajar y debatir las conclusiones y las posibles soluciones”. Como podemos ver, los procesos se complican hasta la extenuación. Otra cosa es si se llega a conclusión alguna, o si todo lo hablado se sustancia en algún proyecto concreto.
De momento, transcurridos siete meses desde el pasado Octubre, se sigue participando no se sabe muy bien en qué. Tampoco, dicho sea de paso, se sabe muy bien quién participa. Es una característica curiosa de los procesos participativos: según el resultado pretendido, se puede preguntar a unos o a otros, o hacer más caso a unos que a otros, o mostrar a algunos que serán mejor recibidos que otros. Pero reconozco que la limpieza y equidad de los procesos participativos es ya otra cuestión.
Preguntar al ciudadano es bueno. Es más: creo que es imperativo que el Ayuntamiento esté tan cerca de la gente como sea posible, articulando las estrategias de comunicación bidireccional más eficaces. El trabajo realizado en ese campo durante las últimas legislaturas fue loable. Y lo que es más: con mucha o poca participación ciudadana, se tomaban decisiones, que es de lo que se trata. Porque las decisiones hay que tomarlas, y hay que tomarlas a sabiendas de que a algunos les gustarán y a otros no.
Gobernar, en definitiva, es ser consciente de que no se puede contentar a todo el mundo. Decidir sabiendo que en el acto de decidir está latente el riesgo a tomar decisiones no del todo correctas, o quizá equivocadas. La participación bien entendida puede enriquecer y mejorar la gestión. Sin embargo, la participación entendida como un batiburrillo de grupos, mesas, colectivos, consultas, reuniones, encuestas y debates causará la parálisis de la vida municipal y un frenazo en el verdadero desarrollo de la ciudad.
El equipo de gobierno municipal ha mostrado una notable capacidad de resolución en aquellas cuestiones que le han interesado. Se espera de ellos la misma capacidad en las cuestiones que importan de verdad a los pamploneses. Resolución, y no el espeso chapapote participativo en el que nos tienen inmersos.
Alfredo Arizmendi
Médico y miembro de Sociedad Civil Navarra