Ayer fue un día extraño en el Ayuntamiento de Pamplona. Nuestro campetxano alcalde Asirón no se dejó ver en todo el día, seguramente enfrascado en alguna nueva cuita sobre la historia de Navarra o, quién sabe, entregando un precioso ramo de margaritas a un encantador anciano centenario o a un niño prodigio de la Estafeta o el Soto. Es lo que tiene ser Alcalde-Historiador y, además, majete.
El caso es que sería por su soledad o por el soberano lío montado a cuenta de los okupas y okupos, pero lo cierto es que ayer el semblante de Aritz Romeo, el concejal de Seguridad Ciudadana del Ayuntamiento de Pamplona, denotaba una tímida sonrisa entre melancólica y condescendiente durante su intervención en la comisión municipal. Tal vez por su mente pasaban imágenes fugaces de unos tiempos no tan lejanos, donde la kale eta borroka formaba parte del paisaje urbano de la ciudad con una banda sonora de pelotazos de goma y carreras apresuradas por las calles de Lo Viejo.
Todos sabemos que Romeo y sus colegas de EH Bildu no son lo que se dicen fans de la policía, de proximidad o de lejanía, nacionales o internacionales. En la nueva Pamplona de Bildu, los policías que intentan hacer respetar algo tan raro de respetar en este país como es la ley y el estado de derecho, son, por el contrario, atribulados sujetos protagonistas de mediáticas comisiones, exhaustivas revisiones de protocolos, detallados exámenes del operativo, etc. De nada sirve que nueve de los esforzados policías municipales hayan necesitado de asistencia médica y que se haya denunciado y constatado en vídeos la ocupación de una propiedad privada en pleno centro de la ciudad.
Nuestros castizos okupas y okupos lo tienen mucho más fácil en la nueva Iruña. Son chicas y chicos de alma solidaria y sensible, necesitados de protección social, así que el Ayuntamiento les concede con celeridad una vivienda de propiedad municipal, gratuita y adecuada a sus necesidades, como aquellos pioneros de la okupación que cambiaron las frías y húmedas madrugadas de la calle Compañía por las cálidas y embriagadoras noches opiáceas del chalete de Caparroso.
Una manifestación convocada este sábado en la plaza de la Navarrería nos recordará que la cuidada e incomprendida ética y estética del movimiento okupa viene para quedarse. Y es el segundo otoño del Cambio en Pamplona…