¿Sólo la Constitución para proteger una democracia?

¿Sólo la Constitución para proteger una democracia?

lo largo de las historia han sido innumerables las crisis políticas en países con Constituciones democráticas consolidadas. En la mayor parte de las ocasiones, estas crisis han venido precedidas de recesiones democráticas, donde las bases en las que se asientan las libertades han ido socavándose poco a poco. Los conflictos bélicos internacionales o civiles se han producido cuando esa recesión democrática ha coincidido con una recesión económica. Hoy podemos estar en esta fase previa a la conjunción de estas dos crisis. Así pues, sería bueno plantearse cuales han sido a lo largo de la historia los factores que han deteriorado las democracias. Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en su libro “Como Mueren las Democracias” (Ariel, 2018) coinciden en señalar que una Constitución por sí sola no garantiza la pervivencia de un Estado democrático y ponen como ejemplos la Constitución alemana de Weimar( 1919) o la Argentina ( 1853) , entre otras.

Es casi un lugar común decir que un régimen constitucional estable se asienta en la prosperidad económica, en una clase media extensa y en una sociedad civil fuerte. Pero no es menos cierto que la estabilidad de los Estados requiere de instituciones sólidas. Daron Acemoglu y James A. Robinson en su libro “Por qué fracasan los países” (Deusto, 2012), después de un pormenorizado estudio de imperios, países y sociedades desarrolladas, señalan que son dos las cuestiones centrales que sostienen la prosperidad colectiva: Unas instituciones políticas consolidadas y un aparato económico inclusivo y no extractivo. Afirman que “las instituciones económicas inclusivas, hacen respetar los derechos de propiedad, crean igualdad de oportunidades y fomentan la inversión en habilidades y nuevas tecnologías. Por el contrario, las instituciones económicas extractivas están organizadas para sustraer recursos de la mayoría para un grupo reducido, no protegen los derechos de la propiedad ni proporcionan incentivos para la actividad económica.”

Pero, volviendo a la pregunta del titular; Las democracias de éxito, señalan Lavitsky y Ziblatt dependen, además de una Constitución, de reglas y normas no escritas pero ampliamente conocidas y respetadas. Las dos principales son: la tolerancia y la contención institucional, sin ellas la calidad democrática decae. La tolerancia distingue entre enemigo y adversario político y exige que “siempre que nuestros adversarios acaten las reglas constitucionales, aceptemos que tienen el mismo derecho a existir, competir por el poder y gobernar que nosotros.” Esta tolerancia se rompe en sociedades políticamente muy polarizadas en los extremos, donde los adversarios políticos se perciben como una amenaza existencial. Nuestra historia de enfrentamiento civil es un ejemplo paradigmático de esta situación. “Cuando las diferencias socioeconómicas, raciales o religiosas dan lugar a un partidismo extremo, en el que las sociedades se clasifican por bandos políticos cuyas concepciones del mundo, no solo son diferentes, sino, además mutuamente excluyentes, la tolerancia resulta muy difícil de sostener.”

La Contención Institucional, otra de las bases de una democracia fuerte, hace referencia al hecho de evitar acciones que, aunque respeten la letra de la ley, vulneren su espíritu. En este sentido los autores arriba citados aconsejan como prácticas de buena salud democrática: limitar los mandatos de los políticos, no utilizar las prerrogativas gubernamentales para determinar las decisiones de otros poderes del Estado, no utilizar estas mismas prerrogativas para ocupar las instituciones y la función pública con afines, no abusar del decreto ley y respetar la libertad de los medios de comunicación.

Habrá que sacar conclusiones y ponerse las pilas para hacer lo que esté en nuestras manos: crear una sociedad civil fuerte que impida a los políticos su deriva hacia posiciones extremas.

José Ramón Ganuza es periodista

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