La lista sigue… con “reaccionarios, casposos y cerriles”. Esta generosa ristra de improperios ha aparecido escrita, hace días, a propósito de la manifestación del 3 de junio en defensa de los símbolos propios de Navarra.
La virulencia con que algunos medios y sus infumables resonadores digitales han empleado contra dicha convocatoria muestra con crudeza un par de cosas: la primera es que el acto del 3 de junio molesta, y mucho, en círculos que han confundido la ausencia de actos de este tipo con una pasividad civil que les resultaba muy cómoda. La segunda es que, más allá del insulto grosero y reiterativo, no exento de soberbia, algunos van muy justos de argumentos. En una ocasión anterior afirmé que la mayor virtud del acto del 3 de junio quizá sea que va a servir para demostrar que el derecho a la libre reunión y expresión es un derecho universal, y no privativo de nadie. Hoy, visto lo visto, debo ir un paso más allá: debemos exigir que la protesta o el apoyo, expresados en la calle, civilizadamente, sin violencias y a cara descubierta (no como el 11 de marzo en el Casco Viejo) puedan ser promovidos y practicados sin que nadie se sienta cohibido o señalado, coaccionado o insultado, y sin ser carne de cañón para los mamporreros habituales (que por cierto, con ocasión de cosas como las del 11 de marzo no suelen andar tan locuaces. Se conoce que son de clarividencia selectiva).
El acto del 3 de junio es una potencialidad. Cuando ni se ha celebrado, ni se puede juzgar su desarrollo, ni se puede opinar sobre los eslóganes o las pancartas, o sobre si ha o no ha habido incidentes; cuando se trata de un acto convocado legalmente: cuando todas y cada una de las organizaciones que la convocan y apoyan son perfectamente legales; cuando todo esto es así ¿a qué viene la agresividad verbal que se ha cebado contra cuantos se han implicado en su celebración?, ¿no habíamos quedado en que todas las ideas eran defendibles mientras se respetaran unas básicas normas de convivencia?, ¿o este principio opera cuando esas ideas son, casualmente, las de cada uno, y deja de operar cuando son las ideas de los demás?.
Hay quien afirma que es una manifestación contra el gobierno de doña Uxue Barkos, o por lo menos contra alguna concreta decisión de dicho Gobierno. No aparece así en el manifiesto de convocatoria, aunque personalmente considero disculpable dicha interpretación. Pero incluso si lo fuera ¿de qué habría que extrañarse? ¿Cuántos miles de manifestaciones se convocan al cabo del año que tienen por objeto protestar contra las decisiones de un gobierno?. Les aseguro que bastantes más que para palmearle la espalda… y pocas o ninguna son saludadas con semejante bombardeo de denuestos.
“Ultras, extremistas, fanáticos, sectarios, reaccionarios, casposos y cerriles”. No voy a ser tan ingenuo de pensar que en un acto que reúne a cientos o miles de personas reina la uniformidad virtuosa. En un acto masivo, sea cual sea el motivo de reunión, habrá gentes de muy diversa condición, con muy diversas motivaciones profundas, algunos quizá incluso con intereses distintos y divergentes. No sería de extrañar que se escapase alguna ocasional inconveniencia. Pero no cabe duda de que el día 3 habrá una mayoría de personas de excelente voluntad, que tan solo desean manifestar un sentimiento de respeto y cariño a la bandera de su tierra. Meter a esas personas en un saco hediondo y marcarlos con las etiquetas que titulan este artículo es, simple y llanamente un atropello. Y un atropello estúpido: No ofende a quien la padece, y retrata con gran precisión a quien lo comete.
Vayamos concluyendo. De aquí al que se celebre, la manifestación del 3 de junio ha de traer todavía jugosos temas de debate. Mi deseo es que, más allá de las polémicas, que al final se lleva el viento, el día 4 de junio se pueda hablar de éxito. Y creo, sinceramente, que el éxito de cualquier manifestación no es sólo el cuantitativo, el de las cifras o las mareas, sino cualitativo, el de la actitud; el del civismo, el respeto y la libertad entendidos como valores fundamentales y universales.
Que así sea, por el bien de todos.
Alfredo Arizmendi Ubanell es licenciado en Medicina y Odontología y miembro de Sociedad Civil Navarra