Ayer el extraordinario Javier Marías nos regalaba un estupendo artículo en el País Semanal a propósito de la dictadura de los tontos. El escritor reflexionaba sobre los tontos de nuestra época, que se caracterizan, según Marías, “por su susceptibilidad extrema, por su pusilanimidad, por su piel tan fina que todo lo hiere”. Además el articulista daba un aviso sobre el peligro de ceder el terreno a los tontos: a unos tontos se les enfrentan otros tontos, y la vida inteligente, queda cohibida, arrinconada. Javier Marías concluía que “cuando la vida inteligente se acobarda, se retira y se hace a un lado, al final queda arrasada”.
Las reflexiones de Javier Marías nos vienen muy bien para hablar hoy de la libertad de opinión en nuestro entorno más cercano. En Navarra, las verdades incuestionables o axiomas y las frases-mantra empapan el debate público de políticos, medios de comunicación y redes sociales. Y el ciudadano medio, temeroso de ser señalado o penalizado socialmente, vive en un mundo de silencio sobre determinadas cuestiones que se han convertido en intocables.
Tomemos como ejemplo las condenas por las agresiones sexuales: ¿quién se atreve a cuestionar en público la hipócrita actitud del Cuatripartito -con Bildu como txapeldun del cinismo por sus pintadas, dianas y carteles- a cuenta de la ya famosa pancarta de El Sadar? No digamos ya las lenguas: ¿quién se atreve a argumentar contra la actual política lingüística del Gobierno foral, que pivota sobre el esfuerzo económico del ciudadano para sostener un plan de re-euskaldunización artificial y descomunal ? O el patrimonio cultural navarro: ¿quién se atreve a explicar que la cultura vasca no es el todo de nuestro patrimonio, sino una parte de la Comunidad Foral que no llega al 20% de la población, y que la cultura aragonesa y castellana conforman también nuestro ADN navarro?
Cualquier intento de abrir un debate sobre estas u otras cuestiones se cortan con los inevitables adjetivos de fachas, fascistas, antivascos, antieuskeras y todo el rosario de calificativos ad hoc. Ir contracorriente no es tarea cómoda ni sencilla, pero tal y como dijo Cervantes, uno puede pasar por la vida siendo posada o haciendo camino. Debatamos con argumentos esos axiomas, esas verdades incuestionables, con nuestras familias, con nuestros amigos, con nuestros colegas del trabajo. Debatir es sano y es un indicador de la salud democrática de una sociedad. De lo contrario, la dictadura de los tontos echará pronto raíces en Navarra. Y, por desgracia, el tonto es una especie que se reproduce con rapidez en todas partes… y en todos los lados.