El 25-S. Era la fecha señalada por todos como un posible punto de inflexión en el bloqueo político que padecemos. Nada nuevo. O casi nada nuevo. La sociedad, la clase política… los ciudadanos habíamos creído en la relevancia de las elecciones vascas y gallegas como palanca de cambio de la actual coyuntura nacional. Nos aferramos a una idea hasta que el tiempo nos lleva la contraria.
Hechos. El PP mantiene el tipo e incluso mejora. Feijoo se aúpa casi como nuevo adalid de los populares y gana peso para él y su partido. PNV, Urkullu saca rédito de su estrategia conciliadora. Ciudadanos constata que no es una opción autonómica. Podemos, sí, pero no tanto. Todavía vive de su disrupción política, pero acercándose hacia la inflexión hacia abajo. PSOE bate récords negativos. Nunca había ocupado tan poco espacio. Un escenario que se repite. Los ciudadanos comenzamos a sentir la política como un ‘dejá vu’ permanente. Y un PSOE débil, muy débil, cuando este país ha necesitado un PSOE fuerte. No sé muy bien si ahora lo necesita. Si parece obvio que España precisa una opción de centro-izquierda con peso, presencia, voz y que sea capaz de empatizar y, en definitiva, de atraer votos. ¿Es ahora esta opción el PSOE? Pero, ¿qué relato nos propone el PSOE?¿Es el mismo que Pedro Sánchez? ¿Tiene una estructura central, unívoca, consistente y consecuente? Parece que no, al menos yo no la encuentro. Todavía pesa más la clave interna que la externa dentro de los socialistas. En comunicación cuando exponemos una idea tenemos dos opciones: que se entienda, llegue y cale o que pase desapercibida, se malinteprete y desaparezca. Si resulta complejo trasladar una idea, construir un relato capaz de ser compartido, no digamos nada cuando en el discurso incluimos más de una idea. Y mucho menos cuando entre ellas existe alguna contradicción manifiesta. Sencillamente es imposible.
Pero comunicar no es sólo construir un relato viable. Responde necesariamente al intento de compartir una idea, unos valores que la sustenten. Cuando previamente al mensaje no existe un cuerpo, un ente consistente y coherente, podemos intentar “colar una milonga”. Podemos incluso tener éxito en el intento. Pero nuestra aparente idea caerá como un castillo de naipes, como un reguero de votos perdidos. Cuando todo, o casi todo, falla, volvamos al principio. Volvamos a nuestros Principios.